Este martes 7 de agosto quedará en la historia de San Nicolás, como el día en que comenzó “el Juicio”. Si bien se trata de una audiencia más del primer proceso de delitos de lesa humanidad cometidos en San Nicolás, que se haya realizado en nuestro medio, marca un hito en el camino abierto hace muchos años.
Quienes militan en los Derechos Humanos, quienes más estrictamente lo hacen desde la Mesa de la Memoria, ven concretados desde hace unas semanas los sueños que se fueron acumulando en las fojas de los expedientes en las causas de desaparecidos en San Nicolás.
Paradójicamente en su mayoría no eran nacidos en tierra arroyera, pero tenían en común ideales de lucha, y de vida, que los llevaron hasta el martirio.
Esta primera jornada en el Palacio Legislativo tuvo la melancolía del cielo gris y la lluvia inclemente. Pero no pudieron doblegar a las distintas agrupaciones que se dieron cita para acompañar el trámite judicial, que se concretó sin inconvenientes y con estrictas medidas de seguridad.
Los espacios reservados por el Tribunal resultaron exiguos para el interés de la gente, y debieron ser ampliados por la tarde.
Quienes se pudieron acomodar en el histórico edificio escucharon los testimonios de familiares y sobrevivientes de las acciones paramilitares que se le imputan al ex Jefe del Cuartel de San Nicolás, Manuel Fernando Saint Amant, a secas, sin el grado militar con el que se retiró del servicio.
Fue una consecución de palabras sentidas, rememoradas algunas desde el dolor, desenterradas de más de treinta años de espera, y que mostraron el lado lacerado de las cosas irresueltas.
Coincidieron en su testimonio a la prensa que se trata de “encontrar Justicia para cerrar una parte de la historia”. Y seguidas las repetidas gracias a quienes los acompañaron, la mayoría desconocidos.
Prestaron su declaración Beatriz Liliana Baronio, hermana de la desaparecida María Rosa Baronio y su compañero Eduardo Reale.
Luego fue el turno de Víctor Almada, que fue testigo de la detención de su mujer y sus dos hijos, a los cuales recuperó y dejó al cuidado de familiares.
El Ing. Fernando Alvira, que era un bebé cuando secuestraron a sus padres y su tía. La periodista Sonia Tessa escribió sobre las motivaciones de este científico: "Este momento genera un cúmulo de sensaciones completamente encontradas. La satisfacción de algo que por fin se logró, que me parece increíble, pero por otro lado está la sensación de que quisiera tener a mi viejos".
Beatriz Baronio pudo dar lectura a varias cartas que le enviaron las desaparecidas María Cristina y María Rosa.
Y después fue también emotivo el testimonio de Adriana Alvira quien confesó lo doloroso que es revivir todas las incertidumbres que pasaron durante el secuestro de sus familiares y la devolución del pequeño Fernando.
La Fiscalía no dejó de repreguntar sobre los testimonios que se fueron volcando durante la jornada. Lo mismo la querella y la defensa, para completar un cuadro de situación que el Tribunal escuchó impertérrito.
Después de la tensión de los largos minutos en la soledad frente a los jueces, cuando culminó la jornada, hubo un momento para el abrazo y el agradecimiento de quienes los acompañaron dentro del recinto y afuera, tras las banderas de distintos sectores políticos y sociales.
Con la música testimonial en los gacebos, mezclados los olores del chocolate y el choripan, las vallas separaban a los que hacen el aguante, de los uniformados que cuidan la puerta.
Entre sus abogados, un hombre viejo se escondía bajo la gorra y bufanda. Extraviado en sus pensamientos, sin parecer que le pesaran al ex Jefe del Área Militar 132 las quince víctimas que le imputan privó de la libertad, torturó y desapareció hace más de 35 años.
Foto 1: Manuel Fernando Saint Amant.
Foto 2: María Cristina y María Rosa Alvira.