Hace un par de semanas se registró un robo en Villa Canto al estilo “rompepuertas”. Sujetos ignorados violentaron una abertura en horas de la madrugada y se llevaron lo que había a mano en una rauda acción. Los moradores de la vivienda no se percataron de la acción hasta a después que los ladrones huyeron.
La situación más allá de la crónica policial sirve para ilustrar cómo actúan los ladrones y las consecuencias para las víctimas después del trauma que produce ver vulnerada su intimidad.
El hecho en cuestión sucedió en la madrugada de un sábado, semanas atrás, en Villa Canto, cuando los ladrones rompieron una puerta, rejas y candados y se llevaron una moto y documentación varia.
La secuencia fue muy rápida y no fue percibida por los moradores.
Después de la denuncia correspondiente aparecieron algunos documentos y papeles tirados en un camino rural.
La experiencia de por sí resulta de una gran carga emotiva, y peores son las consecuencias cuando se presume lo que podría haber ocurrido si los dueños de casa despertaban con los ladrones dentro de su vivienda.
Así también es la sensación de indefensión y de intimidad violentada que afecta a los más sensibles.
La seguidilla de hechos similares parece haber mermado, y presumen algunos que tiene que ver con la detención de algunos de los sospechosos de ser activos en este tipo de prácticas delictivas.
Lo que no quita que se sigan tomando los recaudos necesarios para evitar este tipo de intromisiones, y se agudicen las herramientas para castigar a los culpables y desalentar a los que viven afuera de las normas de buena vecindad.