Un camión cisterna congestionó el tránsito durante más de treinta minutos en Rivadavia y Pellegrini. El singular hecho fue consecuencia de una serie de malos entendidos y violaciones a las normas de tránsito.
Si bien el pesado camión no tiene autorización para circular por tan céntrico lugar, tampoco el Peugeot 206 puede estacionar sobre la línea amarilla en la vereda del Palacio Municipal.
El primero por ser foráneo fue desviado al centro de la ciudad por un comedido que le indicó que por allí llegaría a destino. El segundo tal vez por ignorancia no sopesó que su comodidad antes había incomodado a los colectivos que giran a la derecha, hasta que llegó el camión cisterna. Gestiones realizadas por altas autoridades municipales lograron que un inspector se apersonara a infraccionar al vehículo menor, mientras tronaban las bocinas de toda la cola de autos que quedó encerrada entre Italia y Rivadavia.
Liberado el tapón, el camión giró con las indicaciones de los transeúntes que se dieron cita para observar el espectáculo.
El camionero se deshizo en disculpas y responsabilizó del entuerto a quien lo “mandó al centro”, mientras se secaba la transpiración de la vergüenza.