La asociación lineal entre el mal humor y la falta de relaciones sexuales, cuyo mayor prejuicio pesa más sobre las mujeres, es "un mito machista" que no tiene ningún basamento científico y que ignora el componente psicosocial que tiene la sexualidad humana, aseguraron especialistas.
"Decir que una mujer, o un hombre, pero en general recae más sobre el género femenino, está de mal humor porque no tuvo sexo es un mito machista, una justificación que el hombre usa para asaltar la voluntad de la mujer", afirmó a Télam el psiquiatra y sexólogo Juan Carlos Kusnetzoff.
Y continuó: "El planteo en esos términos es reduccionista, porque establece una vinculación lineal en procesos que son multicausales, pero además que no son necesarios. Es decir, una persona que no tiene relaciones sexuales puede o no estar más tenso o de peor humor".
En la misma línea, el psiquiatra y sexólogo clínico Adrián Sapetti -ex Presidente de la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH)-, señaló que "las consecuencias sobre la persona de la falta de actividad sexual van a depender del origen de esa abstinencia, si se trata de una elección o de una situación forzada".
"Existen problemas orgánicos que pueden disminuir el deseo, como estar con algún tratamiento farmacológico o cambios hormonales como en el hombre puede ser la andropausia. Esto disminuye el deseo y la persona puede estar angustiada, tensa y estresada pero como consecuencia de la falta de actividad sexual, sino de un cuadro más amplio", sostuvo Sapetti, quien publicó recientemente el libro “Historias de Amor y Desamor”.
Por su parte, el médico y psicoanalista Juan Eduardo Tesone -miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), señaló que "la sexualidad humana es una psicosexualidad, no es un instinto como los animales sino una pulsión, entonces, por ejemplo, una persona con depresión es probable que no tenga ganas de tener relaciones sexuales".
"En ese caso, por ejemplo, uno puede encontrar que esa persona está hipersensible, irritable pero no es por la falta de relaciones sexuales, aunque esta situación quizás retroalimente su depresión", describió.
Tesone criticó este mito que vincula el mal humor con la falta de relaciones sexuales a partir de la teoría psiconalítica: "Reducir la sexualidad a la genitalidad es un error. Para el psicoanálisis todo el cuerpo puede ser erógeno. Por ejemplo, comer, puede generar una gran satisfacción del autoerotismo".
"En efecto, una persona puede tener relaciones sexuales que no sean satisfactorias y entonces en lugar de estar más relajado estará más tenso, más deprimido, más frustrado", indicó.
Si bien la falta de relaciones sexuales no sería entonces la explicación para las malas caras, tenerlas en forma plena y placentera tiene algunos beneficios que todos los especialistas mencionaron.
"Si se piensa como una actividad física, tener relaciones sexuales aumenta la frecuencia cardíaca y hay estudios que han demostrado que disminuye el riesgo cardiovascular, como sucede con cualquier actividad aeróbica", sostuvo Tesone.
Ahora bien, a nivel del sistema nervioso, durante las relaciones sexuales y en el orgasmo, Sapetti explicó que "aumentan algunas hormonas como la testosterona y se liberan neurotransmisores llamados endorfinas, todo esto mejora el ánimo, relaja y favorece el sueño".
"Por esto decimos que el sexo en ansiolítico y antidepresivo, porque actúa a nivel de los neurotransmisores y de hormonas como la oxitocina -añadió por su parte Kusnetzoff- pero esto no se logra sólo con el coito, una simple caricia también puede generar esas transformaciones físicas".
El especialista añadió que "durante el sexo hay una tensión que crece hasta un punto y luego una descarga de esa tensión, eso provoca una gran satisfacción".
"Pero -continuó- hay otras situaciones que pueden también pueden provocar sensaciones equivalentes al orgasmo. Por ejemplo, uno está un día de mucho frío, con hambre, haciendo trámites por la calle y llega a la casa, calefaccionada y hay sobre la mesa un plato de comida caliente".
Y concluyó: "Lo que sí permite la relación sexual es la recuperación de un lenguaje no verbal que las personas perdemos a los siete u ocho meses, y en este sentido la genitalidad nos conecta con una oralidad primitiva".
por Natalia Concina para TELAM