Cuál es el límite de tolerancia o indiferencia que posee la sociedad frente a la política?
No caben dudas, que dicho límite es altísimo y que nos hemos acostumbrado a convivir con niveles de corrupción intolerables en cualquier sociedad seria, con la ineptitud, con la mentira, el engaño, los escándalos, la desidia, el desinterés por los problemas del ciudadano, y un sinnúmero de situaciones que actualmente detentan una dimensión más que preocupante.
El ciudadano común no muestra señales de reacción frente a este fenómeno decadente que se exterioriza en la política; actitud de indiferencia a la que la propia política ha contribuido mediante su progresivo desprestigio.
Y aquí se abren otros interrogantes: ¿es posible revertir esto?, ¿cómo?.
Por supuesto que es posible transformar la política y como en otros órdenes, para confrontar lo que se presenta como una regla, sólo basta la excepción; y en este sentido nuestro país cuenta con numerosas excepciones que demuestran que se puede cambiar y que la política puede constituirse en el conducto idóneo para el progreso y el bienestar de los ciudadanos.
De estas excepciones, está surgiendo insipientemente, un análisis crítico de la sociedad respecto de los métodos políticos tradicionales, que hasta ahora parecían inevitables e incorregibles.
Esta desesperanza de la sociedad frente a la política, ha sido sostenidamente fomentada por las viejas estructuras de poder con el objeto de mantenerse indefinidamente en el tiempo, pero hoy existen muestras de que otra realidad es posible, y la tendencia está cambiando.
Resta develar el “cómo”, y en este punto vuelve a tomar protagonismo el ciudadano, pues la única opción de sanear la política en un régimen democrático, representativo y republicano es a través del compromiso y la participación. Para ello, es indispensable despertar a la sociedad del letargo político y concientizar al ciudadano acerca de la enorme responsabilidad que le impone la historia. No es suficiente, y está probado, el periódico ejercicio del sufragio; se necesita generar conciencia participativa capaz de gestar una fuerza política dimensionada de tal modo que pueda contrarrestar las anquilosadas estructuras clientelistas dotadas de inagotables recursos económicos de dudosa procedencia.
Este es el desafío de los tiempos que corren, sólo resta saber hasta cuando la sociedad va a tolerar tanto desquicio y reconocer la importancia de su compromiso político.
Sostenemos, deseando no equivocarnos, que este proceso ha comenzado y que ante el mismo, tenemos la responsabilidad de proyectarlo y darle la dimensión necesaria, para devolver la política a la sociedad.
Por Pablo Del Litto