La vista de la costa del Paraná es cruenta. La bajante pronunciada deja grandes playadas de arena y afloran peligrosos bancos. Pero a la fuerza imparable de la naturaleza, se le contrapone la interminable necedad del hombre. Se recorta en el horizonte un espiral de humo, inequívoco indicio de una quema de pastizales. El viento alejaba la nube de humo y ceniza hacia costas extrañas, pero sabemos que las partículas quedan durante mucho tiempo en suspensión, y el viento puede traerlas sobre nuestras cabezas y dejarlas caer.
Ante la malicia y necedad, la pasividad gubernamental. El daño que se realiza es irreparable.