El Movimiento Evita llevó adelante en el barrio Virgen del Luján el primer día de la Jornada de Salud Bucal, planificada en una acción conjunta entre los Concejales de la Lista 4 Cumplir.
Nidia, heroína anónima.
En uno de los laterales del salón comunitario de barrio Virgen del Luján, hay una mujer pintada como guerrillera. Le cruza la cara un trapo rojo y solo se le ven los ojos. Pero todos en el barrio saben que es Micaela García. Escribir a la intemperie es apretar en los nervios de la sensibilidad. Cómo no describir entonces los personajes que despliega el pergamino de la Jornada de Salud Bucal.
Nidia hace 14 años que vive en el barrio y milita en el Movimiento Evita. Habitante primero de barrio Los Provincianos, hija de santafesinos que vinieron a San Nicolás con la promesa de trabajo en la industria. Nidia se casa, en el mismo barrio levanta un rancho con su marido que luego vende y compra otro en barro Virgen del Luján.
Se arrepiente por las constantes inundaciones que sufre el barrio. De lo que no se arrepiente es de ser una luchadora. Hoy alrededor de cien pibes toman la leche y comen tres veces por semana en el comedor y el merendero del barrio que se llama Ponce de León y que está custodiado por un mural en memoria a Micaela García:
-es como un ángel para el barrio, la mató un tipo, esos que le pegan a las mujeres- dice una adolescente que a los saltos de canguro se pierde en un griterío de pendejos.
Antes eran menos pobres que ahora. Ahora el estado está ausente y antes no. Pero es inevitable pensar que si en un año y medio se volvió tan abruptamente a la pobreza, algo mal hicimos los militantes. Algunos no estuvieron y los que siempre tuvimos quizá deberíamos haber apostado a un mayor grado de organización entre los vecinos. Mostrarles quizás las alas que tienen envueltas bajo el polvo de la pobreza estructural. Igual siguen y resisten como si no fueran pobres.
Militar con alegría.
Al contrario de lo que uno se imagina, la alegría redobla la apuesta con la necesidad. Y es en ese resistir de la participación donde se lee la política de la Organizaciones Sociales de una década atrás. Los niños y los locos no mienten. Y son esos niños que en sus ironías y comparaciones traen un mensaje de esperanza que no pudo vencer el gobierno de Macri.
Estamos económicamente mal, muy mal, sin zapatillas, sin comida para cubrir las demandas alimenticias del día, sin útiles, sin pilcha, pero existe una fina sensación de bienestar que supera a la decadencia de lo material: la organización. Flotan implícitos los valores de la familia. Y eso no es magia, es producto de una militancia presente con un Estado que en un momento acompañó.
Sobre la jornada de salud bucal y Paola Enrico y Natalia de Felipe hay mucho que aprender y poco qué decir. El compromiso de ambas se resume en una idea que las iguala:
-nos recibimos de profesionales en una universidad pública, comprometerse con las causas sociales donde la injusticia del capital hace mella en la historia y crea lo que llaman “los pobres”, es una forma de devolver a los trabajadores la formación gratuita y profesional que pudimos obtener gracias al aporte de los que trabajan-
Palomas y barriletes.
Nos recibió un niño que había matado una paloma. Nos esperó como héroes y con su presa como un presente de recibimiento. No se lo festejamos. Y la amargura se le dibujo en la cara. Igualmente seguirá matando palomas, pero no por mucho tiempo. Cuando la tarde arrojó sobre la geografía un color anaranjado, Cristina y Enrique se perdieron detrás del Salón, en la cancha de fútbol. Un pendejo intentaba armar un barrilete con tela de un sillón abandonado y cuando lo intentó remontar se le salió la cola. Si miramos desde arriba; la metáfora late como un corazón sólo en el medio del barrio: Si se intenta volar, nada está perdido.
Por Juan Lucas Andrín