Bajo un cielo que se abrió de par en par, como dando señal de aliento a la Fe de tantos, las calles se llenaron de pisadas esperanzadas, con dolores a cuestas, pero esperanzadas, porque hay un lugar a donde llegar, y no hay nada que pueda detener esa fuerza interior.
Son los miles de peregrinos, que desde lugares lejanos y no tanto, impregnan la atmósfera de la ciudad con su devoción. ¿Qué es esto? Ni más ni menos que “amor” por alguien, y el amor te hace pedir en confianza los favores que sólo a algunos podríamos pedir. La “Señora” genera esto en muchos corazones, y eso que hay en esos corazones se contagia, “no hay con que darle” al amor confiado, ese que va y se lanza sabiendo que del otro lado alguien sostiene.
Muchos no lo entienden, y creen que una masa millonaria de personas recae en la idolatría, subestimando la Fe y creyendo que la ignorancia es capaz de apoderarse de su razón. Subestimar “así no más” a un pueblo creyente es no poder captar la grandeza de una Fe que no se ve, sino que se siente, que convoca y provoca clima de fiesta, aun cuando ese mismo pueblo padece opresiones y angustias diarias.
El antiguo pueblo de Israel, ante la necesidad, se volvió infiel idolatrando estatuas construidas por ellos mismos, pero de un “dios” que nunca les había ofrecido alianza, como si el verdadero Dios: Jehová, Adonay, Yahveh, o como queramos llamarlo de acuerdo a la época.
Este pueblo que hoy transita sus situaciones vitales más complejas, y camina entre nosotros rozándonos con su creencia, es un pueblo fiel, que acude a la “Señora y Madre”, para que “atraídos, se reúnan todos con el Dios de la alianza que prometió a su gente estar con ellos, aunque les toque pasar por oscuras quebradas”, como reza el salmo 22.
No es un pueblo ignorante e idólatra, es un pueblo creyente que se reúne en un templo con presencia sagrada, por estar Jesús en el sagrario allí, y en esa reunión, ve en una imagen tallada en madera, a quien desde el cielo, mira con amor de Madre y une con el Padre celestial y el Hijo, Jesús, nuestro hermano.
¿Hasta cuando querrán sumir en la ignorancia religiosa y teológica, aquellos que acusan de idolatría como si frotáramos una imagen al modo del genio de Aladino? Subestimar de esta manera, es no comprender que una imagen tallada, o una foto de algún santo o advocación de la Virgen, es simplemente un medio para recordar a aquellos que ya no están entre nosotros pero dejaron huella firme y marcada en el camino de la vida, y sobre todo en el alma.
¿Acaso nunca te detuviste ante la foto de un ser querido que ya no está, la acariciaste, la besaste y le hablaste? De la misma manera, nos reunimos en la casa de la “Señora y Madre”, para que en su honor celebremos al Dios vivo y verdadero que de una manera u otra se hace presente y nos hace saber de su amor.
Allí está la fuente desde donde mana este espíritu de fiesta. La gente está de fiesta, porque una vez más, corrobora que la Fe, la Esperanza y el Amor, son más fuertes que cualquier otra circunstancia adversa, y además que con estos dones, es capaz de sobrevolar todo obstáculo y quedarse con lo mejor y esencial de la vida.
Una vez más, la gente, los peregrinos de muy lejos y también vos y yo que estamos cerca de este Santuario mariano, nos dimos cuenta que la Fe sostiene, la Esperanza mantiene la espera de lo bueno que llegará, y el amor lo transforma todo.
Aprendamos y gocemos de la vida con todo lo que ella implique. Con espíritu de peregrinos, siempre se va para adelante y se lucha.
“Señora y Madre”, ruega por nosotros e intercede ante Dios para ser bendecidos!
SECCIÓN COLUMISTAS | Padre Matías Pérez
Foto: Mauricio Baez