Hace 20 años la Argentina amanecía con una de esas noticias que paralizan al país: en pleno auge de su carrera, Rodrigo había muerto cerca de las 3.30 en un accidente de tránsito, por esas horas todavía confuso, cuando volvía de brindar un show en la bailanta de la localidad bonaerense de City Bell, cerca de La Plata. “Fractura de cráneo con hemorragia cerebral”, repetían en los programas de televisión ante una audiencia que no podía creer lo que pasaba.
Las pantallas no tardaron en mostrar su cuerpo tendido sobre la autopista, la sangre en el asfalto, la camioneta Explorer roja abollada. Poco después se reveló también que en el impacto había muerto Fernando Olmedo, hijo del célebre comediante, Alberto Olmedo. De inmediato se supo que en el asiento del acompañante iban Patricia Pacheco, ex pareja del artista, y el pequeño hijo de ambos, Ramiro, de tres años. También viajaban con ellos Cachi Pereyra, uno de los asistentes del artista, y el Negro Moreno, productor musical.
En medio del dolor de la familia, de sus miles de fans y del ambiente artístico, donde tenía varios amigos, comenzaron en las primeras horas las especulaciones sobre la tragedia. Por el enorme impacto que produjo la noticia, para muchos inexplicable, se empezó a esbozar una suerte de rompecabezas: ¿cómo fue que Rodrigo llegó hasta allí? ¿Estaba en condiciones de manejar? ¿Cómo había vivido aquel día en el que encontró la muerte?