Fallece a los 72 años el General José de San Martín, en Boulogne Sur-Mer, Francia. El Libertador San Martín nació en Yapeyú, una de las misiones jesuíticas, correspondiente hoy al territorio de la provincia de Corrientes, el 25 de febrero de 1778 y llegaría a ser una de las figuras más grandes de nuestra historia.
Muchos años más tarde, en 1994 durante el gobierno de Carlos Menem es sancionado Feriado nacional por artículo 4º de la Ley Nº 24445 de Feriados Nacionales, y se decreta en conmemoración del aniversario de la muerte del General San Martín, junto al 20 de junio el aniversario de la muerte de Belgrano, dictaminando "...serán cumplidos el día que corresponda al tercer lunes del mes respectivo...".
Había sido durante el gobierno de Agustín P. Justo que se había comenzado a celebrar este día 17 de Agosto como el día de San Martín, declarándolo feriado nacional.
Es el realizador con la espada de los principios de la revolución de mayo. Vencedor en Chacabuco y Maipú, libertador de tres naciones: Argentina, Chile y Perú. Luego de sus campañas se aleja, justo después de la entrevista en Guayaquil con Simón Bolívar, del escenario de América, para morir pobre y olvidado en un pequeño pueblo de Francia. José de san Martín, el Santo de la espada, con su renunciamiento deja una enseñanza de grandeza moral que ilumina la patria.
En sus últimos años de vida, viviendo en París, se retira al estallar la revolución, en el mes de marzo de 1848 hacia Boulogne Sur-Mer, donde viviría los siguientes dos años alquilando una habitación, hasta el 17 de agosto de 1850 que San Martín deja de existir siendo las 3 de la tarde, acompañado por su hija Mercedes y el yerno. Serían 30 años más tarde, que se repatriaron sus restos, el 28 de mayo de 1880 a las postres de la revolución de 1880, para finalmente, sorteando algunas objeciones de la Iglesia Católica, poder descansar en un mausoleo en la Catedral de Buenos Aires
El libertador:
Virtuoso y bravo se inscribió en la historia.
ni el más leve baldón su acción empaña,
engendra pueblos libres su campaña;
es un brazo de luz su trayectoria.
Y bajó de la cumbre de la gloria
lo mismo que bajó de la montaña,
la misma sencillez tras la hazaña,
la misma austeridad tras la victoria.
Renunciando poderes y oropeles,
con su frente nimbada de laureles,
marchóse peregrino al ostracismo.
Y allá en el seno de la dulce Francia,
el asceta inmortal del patriotismo,
estoico el vaso del dolor escancia.
Domingo A. Bravo