El 29 de agosto de 1900 fue establecido el Día del Árbol por iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos, desde el Consejo Nacional de Educación.
El árbol provee oxígeno, amortigua la lluvia, ofrece un reparo a la sombra en días donde el sol parece no dar tregua. Los bosques regulan el clima, reducen la velocidad del viento y la contaminación sonora. Los árboles generan biodiversidad: vida florece entre sus raíces, sus ramas, sus hojas y sus cortezas.
En búsqueda de los orígenes de la celebración del Día del Árbol, primero hay que remontarse a Suecia, que fue el primer país que instituyó un día en el año para rendirle tributo al árbol, en 1840, y así concientizar sobre la importancia de los recursos arbóreos para la Tierra, y de la necesidad de enseñar a niños y adultos sobre las plantas y sus cuidados para preservarlas.
Con la inmigración, los suecos llevaron estos valores a Estados Unidos, país que estableció una fecha especial para celebrar al árbol en 1872. Así, se produjo un contagio a nivel global, y otras naciones siguieron sus ejemplos.
El Día del Árbol en Argentina
En la Argentina, todo comenzó quizás con Domingo Faustino Sarmiento, presidente de la Nación desde 1868 hasta 1874, y el principal impulsor de la actividad forestal. En un discurso señaló:
«El cultivo de los árboles, conviene a un país pastoril como el nuestro, porque no solo la arboricultura se une perfectamente a la ganadería, sino que debe considerarse un complemento indispensable. (…) La Pampa es como nuestra República, tala rasa. Es la tela en la que ha de bordarse una nación. Es necesario escribir sobre ella ¡Árboles! ¡Planten árboles!».
Pero el origen del Día del Árbol en nuestro país tiene una razón puntual. El 29 de agosto de 1900, el Consejo Nacional de Educación instituyó esta fecha especial -que se celebra desde 1901- gracias a una iniciativa de Estanislao Zeballos.
Un exponente de la Generación del 80, Zeballos dirigió dos veces la Sociedad Rural. El periodista y escritor promovió esta fecha para concientizar sobre el cuidado y la protección de las superficies arboladas desde la política pública.
En la Argentina, según datos de Parques Nacionales, dentro de nuestras áreas protegidas conservamos especies de valor excepcional, como la del Alerce (Fitzroya cupressoides). Este árbol es la segunda especie viviente más longeva del mundo.
Esta característica y la belleza del paisaje natural en el que habita, le dio al Parque Nacional Los Alerces la distinción como Sitio de Patrimonio Mundial, otorgada por la UNESCO. El parque, ubicado en la provincia del Chubut, alberga un bosque milenario de alerces, con ejemplares que alcanzan los 2600 años de existencia.
Otra de las especies destacadas en la región patagónica es el pehuén (Araucaria araucana). Esta conífera es considerada un fósil viviente, y puebla los bosques del Parque Nacional Lanín. Puede superar los 1300 años y medir cincuenta metros de altura.
En el otro extremo de la Argentina, hacia el Norte, se hace presente el Quebracho colorado chaqueño (Schinopsis balansae). La especie se conserva en los Parques Nacionales Río Pilcomayo, Mburucuyá, Chaco, El Impenetrable y la Reserva Natural Educativa Colonia Benítez. De madera resistente y corteza agrietada, supera los veinte metros de altura.