Hoy es el Día del Árbol en Argentina. Paradójicamente, al mismo tiempo, miles de árboles están ardiendo en frente nuestro.
Hace más de un año que los nicoleños venimos denunciando esta problemática sin ningún tipo de respuesta. La política tiene una deuda ambiental.
La situación es indignante. No podemos comprender que se siga repitiendo. Los días parecen nublados, aunque el pronóstico indique lo contrario. Las cenizas invaden los hogares. De noche duele ver el anaranjado vivo del fuego.
Pese a que el humo pretenda impregnarse en nuestras narices como algo cotidiano, de ninguna manera deberíamos asimilarlo como normal. No es exagerado decir que cuesta respirar.
La ciudad está de cara al fuego y al humo de las quemas. La sequía del Paraná agrava aún más el problema. No sólo se está acabando con nuestra biodiversidad autóctona, sino que también se están produciendo efectos irreversibles en toda la región.
Esta problemática despierta, espontáneamente, una alta participación de la ciudadanía que exige una solución que la política por ahora no se la da. Principalmente la juventud es la que más siente como propia esta causa, y cómo tal, pretendo visibilizar los que muchos sienten.
En cuanto al marco jurídico, no existen reglas claras acerca de qué actividades productivas pueden desarrollarse. Varios fueron los intentos de avanzar con una Ley de Humedales que restrinja actividades industriales, ganaderas, inmobiliarias, etc. Similar a lo que establece la Ley de Bosques. Sin perjuicio de ello, nuestra Constitución sí es clara, cuando en su art. 41 reza: Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo…”
Mientras seguimos debatiendo en pleno siglo XXI por una Ley de Humedales que ya tendría que existir hace años, miles de hectáreas se siguen quemando.