Por Sebastián Arias
JUSTICIA CORRUPTA. Así con mayúsculas y en rojo, para intentar reflejar la entonación de la indignación y la bronca. Así con mayúsculas, fue el repudio que los jueces del Tribunal Oral Criminal N° 2 de San Nicolás, Ma. Eugenia Baquedano, María Belén Ocariz y Alejandro López recibieron por parte de las agrupaciones que se manifestaban en las puertas de los palaciegos pasillos de Guardias Nacionales N° 47. Jueces repudiados, una vez más en las calles, pobre república, pensé. Así con mayúsculas y en rojo.
Esta crónica, comenzó por el final. Es un poco el diario del lunes. A diferencia de lo ocurrido en las larguísimas jornadas de las testimoniales, el lector ya conoce lo esencial de los hechos que ocurrieron este 24 de mayo en la sala de Audiencias. Sabe ya nuestro lector, que el tribunal encontró culpables de haber cometido el delito de abuso sexual agravado, al sacerdote (suspendido) Tulio Alejandro Matiussi y al ex portero Arnaldo Anselmo Ojeda y la pena impuesta fue de 15 años de prisión, aunque luego les otorgó el beneficio de no ir a la cárcel sino de esperar la resolución de instancias superiores bajo el régimen de prisión domiciliaria.
Sabe también que en virtud del beneficio de la duda razonable María Luján Rubíes fue absuelta, en un claro mensaje también hacia la moda de poner exóticos nombres a los niños. Rubíes fue absuelta por llamarse de manera común con otras dos docentes de la institución y del mismo turno y ya que estamos también con las mujeres del mencionado Tribunal. “Los beneficios de ser Juan Pérez y la profundidad de la argumentación jurídica” nuevo lanzamiento de Ediciones del Tribunal, próximamente en todos los kioskos, pídaselo a su canillita. La eterna vigencia de la Argentina de Tato.
El mediodía nicoleño resultaba apacible. Les très chic restaux que rodean la plaza principal de esta ciudad se encontraban llenos de gente. Se veían también algunos tímidos jóvenes que comenzaban a arrimarse al monono templete que se encuentra sobre calle Mitre para la manifestación y olla popular que desde ATE se convocaba contra el Fondo Monetario Internacional. Pasé saludando algunos conocidos que me preguntaban acerca del “pálpito” que tenía sobre lo que pasaría en breve en el Tribunal. Ensayé algunas vacuas respuestas de compromiso y continué mi andar.
El clima en el Palacio era aún tranquilo. Casi sin gente en las adyacencias, sí era apreciable una importante presencia de miembros de la policía bonaerense que, previsoramente ya se encontraban observando lo que podría ser una “jornada caliente”. Al ingresar al viejo edificio judicial, se veía también un refuerzo en la custodia habitual. Me dirigí a la mesa de entradas del Tribunal Oral Criminal N° 2, donde luego de esperar unos minutos me confirmaron el horario en que se procedería a dar lectura al veredicto y la sentencia. 12.30 era el horario confirmado.
Así como era inusual la presencia de tantos efectivos policiales en el desarrollo de este proceso, también poco a poco fueron llegando miembros de la prensa, local y capitalina que venían a cubrir el desenlace (parcial) del caso. Una de las primeras caras conocidas (para mí) en llegar fue la de la perito de parte y autodefinida “militante” Inés Zaidman, con quien luego de tantas jornadas (porque ella también estuvo presente durante la casi totalidad de las audiencias), nos saludamos con la cordialidad habitual que surge de ese compartir largas horas y me preguntó: “¿viste a los chicos del canal 13?”, a lo que rápidamente le respondí “sí Inés, están ahí”, mientras le señalaba el banco que en el pasillo se encuentra más cerca de la puerta de ingreso a la sala de audiencias y entonces hacia allí partió ella, mientras yo continuaba coordinando la agenda de trabajo con la redacción de El Informante con mi viejo y gastado Galaxy Note 20.
La presencia temprana de Inés y los medios me volvió a poner en situación. Recordé que no era una jornada más de audiencias. ¡Era la lectura de veredictos y sentencias!, era por lo tanto un día con finales abiertos e inesperados (o más o menos), como ya sabemos luego fue. Si bien, como hemos dicho, la presencia del periodismo iba en aumento y el deambular de los familiares de los niños también, no quise perder la oportunidad de ingresar para ocupar el asiento que me hizo, literalmente el aguante las jornadas anteriores. Temía quedar sin él a pesar de haber sido el cronista que más horas estuvo en esa sala. Una sensación de injusticia ante la posibilidad de verme privado de aquel banco, sobre el cual no tenía derecho real alguno, me invadió y ni bien vi la oportunidad, me escabullí en la sala y lo ocupé. “Plaza tomada”, pensé y me alegré.
Uno a uno fueron ocupándose los asientos del público. La presencia de familiares denunciantes fue considerablemente mayor que otros días. “¡Qué bueno que estés otra vez a mi lado, como kábala!” me dijo una mamá y tenía razón, habíamos estado sentados juntos durante todas las audiencias. Ella, tampoco había faltado nunca y es posible que su imagen en esa primera fila sea una de las que siempre recuerde al evocar este juicio. Caprichos de la mente.
Minutos más tarde un rumor comenzó a expandirse por la sala, entre los miembros más tradicionales de la prensa local y de algunos esfuerzos considerables de serlo. No vendrían los imputados Ojeda y Rubíes al recinto. Yo tenía también la fidedigna versión que tampoco lo haría ni siquiera de manera remota Matiussi. Pero como rumores son rumores y mi rol es de cronista, guardé respetuoso y socarrón silencio. El día confirmaría que no era lo único que ya sabía…
Del otro lado de esa barandilla que en crónicas anteriores hemos contado que divide a nuestro parecer el terreno del pathos del propio del logos; también fueron llenándose los casilleros. Los fiscales Granda y Padulo departían amigablemente con periodistas, el coqueto dr. Fusco (abogado de las familias) entraba y salía de la sala. La llegada del dr. Ares, defensor oficial de Rubíes y Ojeda fue discreta y solitaria, sin la habitual corte que lo acompañó en anteriores jornadas. También en soledad hizo su ingreso el abogado defensor del sacerdote (suspendido) Tulio Matiussi, dr. Juan Carlos Marchetti. El ingreso de Marchetti hacía preveer no buenas noticias para su defendido. Serio y rígido, él uno de los decanos de la abogacía local, ocupó también su silla en soledad, pues el co-defensor, dr. Gustavo Moreno no fue de la partida. Otro indicio de que las noticias no se perfilaban buenas para esa parte.
Mientras los abogados de un lado y otro del proceso aguardaban la reanudación del juicio, el personal del Juzgado intentaba una, otra y otra vez hacer funcionar una sesión remota de alguna plataforma que permita la virtual presencia de los imputados. Problemas de conexión, de audio, de imagen, etc se hicieron presentes, para patentizar sin mucho lugar a dudas el grado de avance tecnológico de nuestro sistema judicial bonaerense. Un presupuesto de casi 73 mil millones (si leyó bien, casi setenta y tres mil millones de pesos) de nuestros impuestos en acción. O algo así. Perdón por esta digresión profesional, pero a veces huelgan las preguntas acerca de porqué crecen en la opinión pública las propuestas “antisistema”.
Finalmente, hubo conexión, se hicieron presente de manera remota los hasta ese entonces imputados, la prensa se avalanzó sobre el monitor que miraba hacia el estrado para tomar fotografías o filmarlos. También eso hicieron algunos de los familiares. El comienzo de la audiencia era inminente.
Ubicados ya en sus lugares los miembros del Tribunal, tomó la palabra su presidenta, la dra. Baquedano. Luego del correspondiente saludo a “todos y todas” se dio la palabra a la secretaria que comenzó una lectura que demandaría casi 4 (cuatro) horas.
Allí se explicó que se comenzaría dando lectura al voto del dr. López que por sorteo había sido el que debía expresarse primero. Este fue el comienzo de una larga exposición donde el ex fiscal del fuero penal juvenil de esta ciudad, devenido en juez, justificó su posición.
Fue al parecer de este cronista, una larga y pretenciosa monserga. Cargada de detalles revictimizadores que ahondaban el dolor ya de por sí puesto de manifiesto de este lado de la barandilla. Recordé que durante una de las audiencias, el tribunal, le aclaró a la defensa que la repetición de testimonios de testigos no hacía un aporte significativo, sino que más que la cantidad imperaba la calidad. Quizás los jueces deberían a veces escucharse a sí mismos. “Haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”. Sabiduría popular. Siempre presente.
Pasaban así las horas, donde López exponía a la sociedad por qué consideraba culpables a los imputados Matiussi y Ojeda. Al tiempo que, sin posibilidad de intervenir bajo ningún concepto, el dr. Marchetti tomaba notas constantemente, el dr. Ares escuchaba con cara de evidente preocupación, mientras que el rictus de la fiscalía y el particular damnificado reflejaban (a medida que el minutero y la monserga avanzaban) una sensación de alivio y tranquilidad. Desde la segunda oración más o menos se vislumbraba el contenido del tedioso fallo.
El Tribunal no ahorró críticas y algo que parecían subestimaciones a casi la totalidad de las pruebas presentadas por la defensa. No le merecieron consideración positiva alguna las palabras de los más de 20 testigos que se presentaron. Ese punto llamó un poco mi atención. Nada, absolutamente nada de lo esgrimido por las defensa de Ares y el tándem Moreno-Marchetti mereció la atención del magistrado. Más bien al contrario. Por momentos parecía haber caído preso (quizás esta sea una expresión poco feliz en este contexto) de la típica falacia denominada “argumentum ad verecundiam” (o de autoridad).
El hecho de que alguien hace más de 30 años haya traído el test de Rorschach a estas Pampas (“cita requerida”, escribiríamos en Wikipedia), parecería otorgar un halo de mistificación e imposibilidad de equívoco a su portador. Caer en este tipo de falacia suele ser frecuente entre aquellos a los que Arturo Jauretche definía como presas de la “colonización pedagógica” que se subyugaban ante las “chapas” universitarias, en especial si eran extranjeras. No decimos por supuesto que sea este el caso del Tribunal Oral Criminal N°2 del departamento judicial San Nicolás; simplemente que lo parecía por lo que de su voto se oía en la muy frecuentada sala. No es nuestra función y mucho menos nuestra intención, ser jurado de magistrados. Para la valoración de las pruebas vertidas están ellos y sus tribunales de alzada. Nos simplemente tratamos de trasladarle al lector que voluntariamente se asome a estas líneas, sólo algunas de las ideas que se cruzaban por nuestra malhadada cabeza mientras escuchábamos el veredicto primero y la sentencia después. Como reza una frase atribuida al líder pacifista hindú Mahatma Gandhi “es incorrecto e inmoral tratar de escapar de las consecuencias de los actos propios”.
La lectura continuaba avanzando, entre sollozos y afirmaciones, algún insulto por lo bajo, y los algún “clic” de las modernas cámaras de fotografía de los muchachos de Telam, las postas entre quienes ponían su voz a la letra del Tribunal (por unos momentos incluso lo hizo la dra. Ocariz). Así transcurrían los minutos, con la única expectativa que quedaba, como se ha dicho después de las primeras líneas. ¿Cuánto les van a dar?
Un momento de particular color, asomó cuando el Tribunal, o mejor dicho Alejandro López recogió el guante a los sostenidos cuestionamientos que desde la defensa del sacerdote (suspendido) Tulio Matiussi se hizo con relación a la legalidad del Tribunal para intervenir respecto de su defendido y la parcialidad del mismo. Allí el dr. López (porque dejó en claro en el escrito que lo hacía a título personal), no sólo rechazó todas las palabras vertidas por el dr. Juan Carlos Marchetti al respecto sino que luego hizo un panegírico del Tribunal. Por un momento, lo que parecían ser “chicanas” sobre la “omnipresencia” de las docentes en el Jardín vertidas en el fallo, adquirían su homólogo en la “omnisapiencia” del Tribunal. Creemos que fue un momento de descargo, donde se vio la posibilidad de responder a los tantos cuestionamientos recibidos. No sabemos si fue el mejor de los modos. Se corre el alto riesgo de que alguno de los tribunales de alzada recepte alguna de las quejas que oportunamente elevó la defensa de Matiussi y que seguramente hará en los próximos días con relación al contendido de la sentencia. Si es así, la autoridiculización a la que será llevado este Tribunal será inevitable. Una alta apuesta… no va más… diría un viejo crupier.
Pero en lo que atañe a las cuestiones de fondo, el Tribunal, valoró esencialmente los dichos de los niños. Descartó los cuestionamientos acerca del marco en el que esos dichos fueron formulados, como pedía la defensa y recepcionó la voz de las psicólogas tratantes de los niños y de la perito oficial Juana Flores con relación al contenido de las Cámaras Gesell. Ese parece ser el núcleo duro de su argumentación y en el que se basó para arribar a los veredictos y sentencias ya conocidos.
Ese era el clima, imperante en la sala; cuando en un momento cambió de forma súbita. Sobre el final de la lectura, luego incluso de la absolución de Rubíes se produjo un momento de fuerte desconcierto entre los presentes, que como hemos dicho en su mayoría eran madres y padres denunciantes y sus familiares. Quien relataba el texto del Tribunal, indicó que para Tulio Alejandro Matiussi y para Arnaldo Anselmo Ojeda se disponía las condiciones de prisión domiciliaria. Aquí pasó casi desapercibido el hecho de que no hubo unanimidad entre los jueces, sino que se resolvió por mayoría. Lamentablemente no fue relatado, o al menos advertido por este improvisado cronista, quienes votaron a favor y quien en contra de tal medida.
Los familiares denunciantes estallaron en llanto, algunos incluso en insulto. Esa situación se percibía como un fuerte golpe a sus intereses que querían ver presos a quienes habían perpetrado los hechos denunciados sobre sus hijos. Lo que venía siendo un motivo de celebración para ellos quedó opacado, amargado hasta las lágrimas.
Ese desconcierto se trasladó a la calle. Donde un par de decenas de personas persistían en la espera de la sentencia. Las madres y las dirigentes, luego de atender a la prensa, entre sollozos hablaron con las personas que se habían movilizado para apoyar su causa. El clima no era claramente el de justicia. Tenía sabor a poco, a muy poco.
Concluyó así, para los tribunales nicoleños, un proceso que ha dejado una huella muy importante en su desarrollo. Por lo aberrante de las acusaciones, de los hechos comprobados, de los discutidos, la impronta mediática, la calidad de sus autores, lo numeroso de las víctimas, etc. Concluyó con militantes escribiendo en la calle: JUSTICIA CORRUPTA, con mayúsculas y en rojo; y lo mismo se traslucía en los rostros de familiares y amigos de los condenados. Esa es la imagen que en definitiva parece haber quedado para unos y otros en este proceso local.
Ha sido un paso de varios que aún faltan por darse. Uno y otro lado parecen dispuestos a agotar todas las instancias judiciales disponibles. Se cerró el capítulo que se debatía a la vera del Yaguarón, ahora se navegará en otras aguas más profundas. Aptas para navegantes más experimentados: intereses, poder e influencias estarán haciendo también su juego. Al fin y al cabo, diremos con Hamlet que “hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, de las que sueña nuestra filosofía”.
Lic. Sebastián Arias