Cuando los psicólogos le preguntaron a la mujer, de 70 años, por qué estaba convencida de alojar a Carlos Eduardo Robledo Puch, asesino de once personas, preso desde hace medio siglo, en su casa, ella respondió emocionada:
-Porque me hice amiga de él por carta y lo visité. Y sé lo que está sufriendo. Y creo en Dios, como él. Y sé que es inofensivo. Y su peor miedo es morir en la cárcel, peor que una rata.
Luego la mujer, que vive en San Nicolás, aclaró que no viviría en su vivienda, sino en un geriátrico que está situado en esa cuadra, donde hay un sacerdote que le brindaría contención espiritual al llamado Ángel de la muerte que entre febrero de 1971 y marzo de 1972 mató a once personas por la espalda o mientras dormían.
En esta etapa, cada vez que una persona se ofrece como garantía de un detenido que podría salir en libertad (la del cuádruple femicida Ricardo Barreda fue Berta André, una novia, y la del siniestro secuestrador Arquímedes Puccio un pastor de General Pico), un gabinete psicológico, bajo orden judicial, analiza a la persona que podría recibir al condenado en caso de ser liberado.
Por ejemplo, hace tres años se presentó una mujer para ofrecerle alojamiento a Robledo. Pero cuando la entrevistaron se dieron cuenta que esa persona tenía problemas psiquiátricos y no contaba con un sostén económico ni con una casa.
El nuevo abogado defensor del asesino civil más famoso de la historia criminal argentina, Jorge Alfonso, confirmó que Robledo, si es que resulta exitoso el pedido de libertad por agotamiento de pena que formulará a la Justicia de San Isidro, podría terminar sus días en un geriátrico de San Nicolás.
Fuente: Infobae