Por Nicolás Pastocchi
Presentado por Autotransporte de Pasajeros San Sebastián
Dicen que es sólo fútbol. Pero socialmente, esos veintidós tipos corriendo atrás de una pelota, a nuestro país lo atraviesan al medio. Durante los cuatro años que separan una cita mundialista de otra, nos peleamos, discutimos, dejamos de hablar con algún amigo por simplemente un partido. Pero nada, está más que comprobado, une al pueblo argentino como la pasión por los mundiales.
Hace menos de un mes que todo era incertidumbre luego de la caída en el estreno frente a Arabia Saudita y luego del final del primer tiempo frente a México. Hasta que apareció él. Ese ser que da la sensación de estar disfrutando como un chico y que a sus 35 años muestra una versión futbolística lujosa. Lionel Messi y su remate lejano, quirúrgico, que se metió ajustadito contra el palo del arquero Ochoa fue el que acomodó todo.
De ahí en más, la Scaloneta volvió a ser lo que era. Se cerró muy bien aquel juego contra los mexicanos, aplastó a Polonia, no mereció sufrir contra Australia y pese a merecerlo ganar en los 90 minutos, estuvimos todos al borde del paro cardíaco frente a Países Bajos. Argentina fue siempre en constante evolución. Mientras, de Qatar se despedían entre otros, Alemania, España, Bélgica, Uruguay y Brasil.
Justamente a la selección brasilera, el que la eliminó fue Croacia. El último subcampeón del mundo, un equipo que hace cuatro años nos hizo sentir el rigor en Rusia. Y ayer en Lusail, Argentina se tomó revancha. Le prestó la pelota un ratito para después golpear rápido dos veces y poner todo en su lugar para luego cerrar el 3 a 0 y sellar el pasaporte a la final de la mano de un Messi sublime y un Julián Álvarez en un nivel superlativo.
Pero Argentina es mucho más que ellos dos. Y quedó demostrado en cada uno de estos seis partidos, donde individualmente todos fueron subiendo su nivel para darle un salto de calidad al equipo. Fernández, Molina y Mac Allister entraron para nunca más salir, De Paul es el motorcito como dijo Dibu Martínez. El mismo Dibu, el mundial que está haciendo Otamendi, líder de una defensa que responde siempre.
No hay puntos bajos, ni siquiera puntos medios. Los jugadores dejaron el alma para llevarnos a donde estamos ahora. Y detrás de ese grupo hermoso que parece estar en un viaje de egresados, nos encolumnamos todos. Por eso, el país es una fiesta. Todos juntos. Incluso los que están con el mango justo o corriendo de atrás aún, los problemas quedan por un rato olvidados. Ahí estamos, unidos y festejando a lo largo y a lo ancho de nuestra tierra.
Por eso, por más que digan que es sólo fútbol, atrás hay un montón de cosas. Y ahí estaremos el mediodía del domingo, el día nacional de Qatar, porque “Ahora nos volvimooo a ilusionaaaar”.
¡Vamos Argentina!