Por Monseñor Hugo Santiago
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (Mc 1, 12-15)
“El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían. Después que Juan Bautista fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: ‘El tiempo se ha cumplido; el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia”. Palabra del Señor.
La vida tiene sentido
Jesús prepara su misión haciendo un retiro largo de ayuno y oración en el desierto, donde es tentado por el Demonio. En la cuaresma la Iglesia propone a los cristianos redescubrir el sentido de la vida. Hay sólo dos lógicas del modo de vivir: una es: “comamos y bebamos porque total mañana moriremos”, vivir sin una esperanza trascendente en la cual no importa la ética o una recta vida moral, sencillamente hay que tratar de pasarla bien y que cada uno se las arregle como pueda; y la otra es: “vivir como resucitados”. En efecto, el Espíritu de Dios vive en nosotros desde nuestro bautismo, en nuestro corazón late una vida con dos etapas, esta y otra trascendente. En esta etapa tenemos la misión de comenzar a generar un “cielo nuevo y una tierra nueva”, es decir, “generar dignidad para todos” viviendo el estilo de Jesús. Sin dejar nuestras actividades cotidianas la cuaresma nos sugiere reflexionar para ver como venimos respecto de la vivencia de las propuestas de Jesús. En el miércoles de cenizas está la propuesta fundamental para nuestro “desierto cuaresmal”. El texto bíblico nos propone la oración, el ayuno y la limosna, hechas en secreto, sin publicidad, con el propósito de recomponer los vínculos maltrechos y la dignidad de las personas.
Depender. “Pender de”
La oración intenta recomponer nuestro vínculo con Dios nuestro Padre y creador. Somos creados, eso significa que para vivir “dependemos” de que Dios nos regale la vida cada día. Depender es “pender de”, estar colgado, sostenido por un hilo o una cuerda, si cortamos esa cuerda que nos une a Dios nos morimos, como se muere un niño en el vientre de su madre si pudiera cortar el cordón umbilical. La oración, entonces, es recuperar nuestro diálogo cotidiano con Dios Padre y Creador, nuestro vínculo con el que nos regala la vida y nos propone un proyecto que anima el Espíritu Santo que vive en nuestro interior desde el bautismo y que se condensa en los diez mandamientos y las bienaventuranzas. Leer un trozo del Evangelio ni bien nos levantamos o en la tardecita, después de las actividades, dialogar con Jesús y el Padre, recompone nuestro vínculo con Dios, del cual pendemos es el primer objetivo de la cuaresma.
¿Socializar o comunicarnos?
Dicen los sociólogos que vivimos en un mundo socializado pero no comunicado. Socializar es estar juntos en una reunión de comida, un partido de futbol o un shopping; en esos lugares hay mucha gente junta pero que no logra salir de la soledad y la incomunicación. Comunicarnos es lograr un clima de confianza donde podemos hablar no simplemente del tiempo, de lo que pasa sino de “como estamos”: contentos, con desafíos, tristes o animados. Poder tener un amigo, un esposo o esposa con quien abrimos el corazón de manera profunda, nos comunica y nos saca de la soledad. En la cuaresma Dios nos quiere ayudar para que pasemos de la socialización a la comunicación y el encuentro.
Dar una mano a los más vulnerables
El sentido de la “limosna”, una palabra que no nos suena bien y es la tercera propuesta de la cuaresma, es renovar la sensibilidad y dar una mano a los más vulnerables. Por la irresponsabilidad y la corrupción política de años tenemos el resultado de una Argentina que, teniendo mucha riqueza natural, paradójicamente registra un 40% de pobres y un 10% de indigentes. Es más que una estadística, son rostros concretos desafiados y carenciados que por la situación socioeconómica que estamos atravesando van a aumentar y con la inequidad, como una lógica implacable, va a aumentar la violencia y la inestabilidad social. Las industrias y los comercios están entrando en un proceso de recesión, mucha gente de la clase media podrá perder su “status”, los pobres no llegarán a fin de mes y los vulnerables no tendrán qué comer. Todo esto porque la inflación se come los salarios. Además de organizar los medios políticos y empresarios para sostener las fuentes de trabajo con un salario acorde y esforzarnos por no parar la educación, hay que asegurar el “pan de cada día” para todos, porque el pan no puede ser una variable de ajuste. Conozco un sacerdote que tuvo la ingeniosa idea de reunir amigos que tienen recursos, aunque seguramente no les sobran y que, sin embargo, todos los meses aportan “proteínas” -pollo, carne-, a uno o dos comedores para que la alimentación de las familias más vulnerables sea nutritiva. Eso es la limosna, es la imaginación de la caridad que nos sensibiliza y nos hace creativos para dar una mano. Renovar el sentido, recrear los vínculos y generar dignidad es la propuesta de Dios para la cuaresma. Buen domingo.