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25/02/2024 - 09:27:01



Catequesis: " He venido para que tengan vida"


Por Monseñor Hugo Santiago | " He venido para que tengan vida".“La transfiguración: Dios está y se hace sentir”

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (Mc 9,2-10)

“Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: ‘Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo’. De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaría ‘resucitar de entre los muertos’. Palabra del Señor.

Dios está

Hoy la Iglesia celebra la transfiguración de Jesús, quien le muestra su realidad divina a los discípulos y les comparte su felicidad. Quienes escuchamos la voz de Jesucristo resucitado invitándonos a consagrarnos en cuerpo y alma a Dios, tuvimos el regalo de vivir sólo para Él durante 30, 40, 50 años, sin cambiarlo por otro proyecto, sabemos que Dios está, que Jesucristo resucitado es un amigo que camina con nosotros, que es el alfa y la omega, el principio y el fin de la historia y que nos llamó a compartir a quienes viven como si Dios no existiera y caminan como errantes sin norte existencial, esta Buena Noticia que le da sentido a nuestros anhelos de felicidad y llena nuestra vida de una alegre esperanza, ya que Dios llama a “todos” y no quiere que nadie quede fuera de la fiesta.

Nos comparte su felicidad

Dios se hace sentir. ¿Cómo? Quienes lo experimentamos a lo largo de la vida, no es que tuvimos y tenemos “visiones”, sino que con la llamada sentimos en el corazón una experiencia de paz, un bienestar interior profundo, de tal magnitud, que percibimos como incomparable, mayor a todas las alegrías y placeres de esta vida; eso hizo que dejemos un proyecto de matrimonio, que partamos de nuestra familia y nuestro lugar de nacimiento, que dejemos todo para responder a Jesús que nos llamaba a seguirlo. No es que seamos genios, ni mejores que los demás, ni los más inteligentes, al contrario, Dios suele llamar al “que no cuenta”, simplemente, inequívoca y maravillosamente, sentimos a Dios. Eso es lo que nos pasó.

Una experiencia para trasmitir

Quisimos erróneamente quedarnos allí, que esa experiencia tan intensa se prolongue toda la vida, pero Dios nos hizo comprender que ese regalo era para compartir, que no nos podíamos quedar allí gozando egoístamente de esa vivencia, que, a partir de allí, ese era el sentido de nuestra vida en esta tierra hasta que el Señor nos llame a estar con Él; decirle a todos, a los cercanos y a los lejanos, a los buenos y a los malos, sin excluir a nadie: “lo que hemos visto y oído te lo trasmitimos: que Dios está y se hace sentir con una paz inmensa que te cambia la vida y la llena de esperanza.

Consuelo en los sufrimientos

Y como en toda vida, vinieron los problemas, los rechazos, el dolor, la enfermedad, la indiferencia, las frustraciones, los fracasos, pero esa experiencia de Dios presente nos marcó a fuego y nos hizo sentir que en esta vida todo es una pascua, es decir, un “paso” hacia un final plenamente feliz del cual hemos vivido un anticipo, tal vez para no claudicar, para no perder la fe, para no convencernos erróneamente que el viernes santo es el final de la historia. ¡No! Tenemos la certeza que en esta vida tendremos muchos “viernes santos”, pero que el final es el “domingo de Resurrección”, que Cristo ya venció al mal, al pecado, a una cultura que por estar lejos de Dios siembra muerte, grieta, injusticia, violencia e inmoralidad, pero que la paz de Dios puede cubrir las heridas del camino como un bálsamo sanador, que la alegría que da Dios es mayor que la tristeza que suele conllevar la vida, que el amor es más fuerte que el odio, que la esperanza es mayor que las desilusiones. Todos estamos llamados a tener nuestro “Tabor”, nuestra experiencia de Dios que se hace sentir con una paz que te inunda y se trasforma éxtasis, en buena noticia para compartir; simplemente tenemos que acercarnos y abrir el oído en un momento de silencio prolongado, de reflexión, de oración, para descubrir que en el silencio respira Dios y nos comunica su felicidad para que nos comprometamos con todo lo que sea bello, noble, justo y no claudiquemos con los obstáculos y el cansancio del camino, porque el final está garantido por Dios y es feliz. Buen domingo.

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