Por Obispo Monseñor Hugo Santiago
Lo imprevisible puede ocurrir
Hasta hace algunos años, la física, que es la ciencia que estudia, entre otras cosas, el origen del universo, sostenía que se podía conocer el origen del mundo desde una ecuación, había que descubrir las raíces o las causas de las cosas y de allí se podía deducir el origen de todo y la modalidad con que todo acontece. Desde la ecuación todo “cerraba”, todo quedaba explicado. En otras palabras, no había lugar para lo “imprevisible”, vivíamos en un universo “terminado”. Hoy, esa ciencia ya no piensa de la misma manera y sostiene que lo imprevisible puede ocurrir, lo que está fuera de nuestros cálculos, fuera de lo conocido, fuera de una ecuación que todo lo explica, puede acontecer.
La resurrección de Jesús
En ese contexto está la Resurrección de Jesús. En su resurrección acontece lo imprevisible, lo inaudito, lo que estaba fuera de las leyes naturales que todo lo explican. La resurrección de Jesús no es como la resurrección de Lázaro, milagro que Jesús mismo hace, dando un signo de que es el Hijo de Dios. Lázaro vuelve a “esta” vida; Jesús no vuelve a esta vida, ya no es el Jesús histórico, que se va de un lugar y allí ya no está, está en otro lugar. Este es el error que comete María Magdalena cuando lo encuentra resucitado y se abraza a sus pies queriendo retenerlo. Jesús le dice: “suéltame, aún no he subido al Padre”.
Jesús resucitado entra en una vida trascendente, pero a su vez, se queda con nosotros para siempre. Es lo que Él dice a los apóstoles cuando los envía como mensajeros de su resurrección: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra, vayan por todo el mundo, bauticen en mi nombre y anuncien la Buena Noticia; yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (cf Mt. 28, 18-20). Ya no está en este tiempo y espacio en el cual cuando nos vamos de un lugar dejamos un vacío. En efecto, Jesús está en una vida trascendente, pero como resucitado se hace compañero de camino transformándose en luz de nuestros ojos, fuerza de nuestros pasos, remedio de nuestros males, auxilio en toda necesidad, porque ese es Jesús para nosotros mientras peregrinamos en esta tierra.
En la resurrección Dios termina la creación
Finalmente, ¿qué tiene que ver con nuestro destino este Jesús resucitado? En Jesús Dios nos anuncia que la creación termina con la resurrección, también la nuestra. Esta vida, comparada con la vida de resucitados es como cuando estábamos en el seno materno. El niño que se gesta en el seno de su madre vive seguro, alimentado y para él, esa es la vida, desconoce que haya una vida fuera de allí, ni se la imagina porque no la ve ni sabe de ella. En el parto, biológicamente es “expulsado” de allí, y si pudiéramos ponerle voz al niño que vive ese acontecimiento, seguramente diría: “esto es el fin”; en realidad no era el fin, afuera lo estaban esperando el abrazo de su madre y de su padre en una vida relacional de amor, más grande que la que vivía en el seno materno.
Bueno, en el seno de esta tierra, mientras vivimos, vamos madurando hacia un nuevo alumbramiento que se puede dar de manera prematura o tal vez se geste en 70, 80, 90 o más años, pero es el definitivo. Cuando nos llegue el momento, tal vez pensemos como el niño en el momento del parto: “todo terminó”, sin embargo, más allá nos estará esperando el abrazo de la Virgen, de Dios Padre Creador y el de tantos seres queridos en una vida nueva.
Ahora tenemos que madurar en el amor y para eso Jesús nos dio la hoja de ruta del Evangelio, aunque podemos abortar el proyecto porque somos libres, pero este “embarazo” tiene un tiempo y el parto ocurrirá irremediablemente. Podríamos objetar: “nunca vi alguien que ‘vuelva’ de la vida de resucitado”. “Tampoco viste que un niño nacido vuelva al seno materno”, podríamos contestar. Jesús resucitado nos dice que la vida es como un libro en tres capítulos: dentro del seno materno, fuera de él en esta vida y un tercer capítulo que desconocemos; sin embargo, tenemos señales de los que viven en esa vida definitiva plena y feliz. Sin embargo, tenemos señales de los que viven en la vida definitiva, plena y feliz. La Virgen y tantos santos que, siendo criaturas como nosotros, nos dan señales.
Testimonio de la religiosa con párkinson que se curó por un milagro de san Juan Pablo II, que tenía párkinson. La fe no es fruto de la razón, es un regalo que hay que pedir, pero es razonable creer. Feliz Domingo de Resurrección.