Por Obispo Monseñor Hugo Santiago
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (Mc 6,1-6)
“Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: ‘¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es ésa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros? Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: ‘Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa’. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y Él se asombraba de su falta de fe. Palabra del Señor.
La fe da un sentido a la vida
“Jesús se asombraba de la falta de fe de su pueblo y no pudo hacer allí ningún milagro”, dice el Evangelio de hoy. La fe es un regalo que nos viene con el bautismo y es condición para que Dios actúe, es un modo de conocimiento y es fundamental para que la vida tenga un sentido trascendente. Por otra parte, el sentido es lo que nos da una razón para vivir y contribuye a la felicidad, a la alegría, a la esperanza, que son componentes de la calidad de vida, porque una vida sin un poco de fe, de esperanza y de alegría es vida a medias, no es vida que merezca vivirse. La fe da calidad de vida porque incorpora a Dios y su proyecto en nuestros planes.
¿Qué es la fe?
La fe es el regalo de creerle a Dios porque es veraz, no miente y tiene poder para cumplir lo que nos promete, por eso la fe contiene una promesa y la promesa genera esperanza, porque es sobre algo lindo que podemos alcanzar. Por ejemplo; tenemos un amigo que fue al sur del país y nos contó que es un lugar de montañas nevadas, de lagos trasparentes y de paisajes maravillosos que llenan el alma de satisfacción y plenitud; nunca fuimos allí y por tanto no conocemos el lugar, pero como nuestro amigo es digno de fe, no tiene motivo para mentirnos, sino por el contrario, nos participó de esa buena noticia y nos animó a llegar hasta allí para que nosotros también lo disfrutemos como él, le creemos, esperamos un día poder ir al sur de nuestro país, estamos dispuestos a buscar los recursos y a recorrer el camino para llegar allí. Eso es la fe. Por eso la fe genera esperanza y es una promesa de felicidad. El amigo es Jesús, es el que conoce el destino feliz de nuestra vida y nos dijo que Él era el camino.
El camino de la fe
Supongamos que ir al sur supone transitar un camino estrecho y sinuoso, no tan fácil de recorrer, entonces, debido a esos desafíos, uno puede renunciar al viaje e invertir los recursos en lo que conoce, aunque no sea tan atractivo: eso es la falta de fe.
Jesús dijo que Él es el camino, es decir, su persona y estilo de vida que tenemos que imitar porque nos lleva a la meta de la felicidad. Sucede que su estilo de vida es paradójico y lo expresó así: “Quien pierda su vida por mí, la encontrará y quien encuentre su vida la perderá”. (Lc. 9, 24). El evangelio y la psicología coinciden en que nunca se encontrará el que se busca demasiado a sí mismo; la felicidad de la meta se vislumbra ya en el camino y está en darnos a los demás, en olvidarnos de nosotros mismos, en servir honestamente, porque el proyecto de Dios es que a ese lugar de felicidad plena tenemos que llegar todos, no solamente yo. Trabajar para que todos alcancen una vida digna, anticipa la alegría de la meta. Trabajar para sí mismo achica el horizonte y al final nos deja solos porque con el egoísta nadie quiere vivir; servir a los demás nos hace nobles, grandes y nos da una alegría que nadie nos puede quitar, porque no se nos puede quitar la alegría de lo que dimos; nuestras entregas quedan en nuestro corazón que se llena de nombres, eso nos enorgullece sanamente y nos hace grandes. La meta se anticipa en el camino, la felicidad comienza aquí y será plena al final. Es afirmación de Dios que no miente. Buen domingo.