Interes General
05/01/2025 - 10:26:53



He venido para que tengan vida: “Luz y vida”


Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan (1,1-18)

“Al principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la percibieron. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Palabra de Dios.

Dios se hace cercano

Jesús es la Palabra de Dios hecha hombre, eso significa que en Él Dios se nos acerca como amigo y se comunica por palabras y gestos; las palabras explican los gestos y los gestos rubrican las palabras. Jesús nos dijo: “Dios es amor” y dio su vida por nosotros. En Él, que es perfectamente coherente, la palabra está rubricada por el gesto: nos dice que Dios nos ama y entrega la vida por para salvarnos.

Nos enseña el sentido de nuestra vida

“Filosofía” significa amor a la sabiduría. Jesús tiene una sabiduría de vida, la de Dios, la verdadera, y nos la viene a enseñar. Hasta que uno no tiene una sabiduría de vida, vive “en las tinieblas” dice la Biblia, con términos coloquiales diríamos: “vive porque el aire es gratis” pero no sabe por qué vive, para qué vive, si la vida tiene un sentido, si su nacimiento significa una misión, algo por hacer de positivo en los años que le toque vivir. Jesús, la Palabra de Dios hecha hombre, con palabras y gestos nos viene a decir quiénes somos, cual es nuestro origen, cual nuestro fin y cómo tenemos que vivir. A esa propuesta algunos la rechazan –es lo que dice el Evangelio de hoy-: “la luz brilló en las tinieblas, pero las tinieblas no la recibieron”. En cambio, otros creyeron en Jesús y su amor a la sabiduría, su proyecto de vida fundado en el amor a Dios y al prójimo, es decir, al que tenés al lado y tener que hacer cercano mediante gestos de servicio por amor. En síntesis, creyeron que Dios es Padre creador de todo el universo y es el que nos da la vida; que el Espíritu Santo es un Espíritu de amor, que si lo recibís, libremente te mueve desde dentro hacia lo verdadero, lo bueno y lo bello. Y ya comenzamos a orientarnos: somos imágenes de Dios, tenemos una inteligencia que está atraída por la verdad; tenemos una voluntad atraída por todo lo bueno y tenemos un corazón, una afectividad atraída por todo lo bello. Nuestra vocación es amar a Dios con toda la inteligencia, con toda la voluntad y con todo el corazón, y a los demás como a nosotros mismos, porque así es Cristo, nuestro hermano mayor. La creación es “la casa común” que tenemos que cuidar; podemos gozar de su multiforme belleza expresada en tantos lugares bellos y paradisíacos; no es una naranja a la que miramos con fines consumistas, la exprimimos hasta sacarle todo el jugo, y luego de consumirla la tiramos; es la casa común de la que disfrutamos y tenemos que cuidar para que la disfruten los que vienen después de nosotros. En esa casa común hay un lugar para todos, simplemente hay que respetar la distribución equitativa de los bienes. Nuestra misión es crear un cielo nuevo y una tierra nueva, una vida feliz regida por el amor y la justicia, que se vaya pareciendo a la que Dios nos quiere regalar más allá de esta vida que es sólo por un tiempo, tiene un final, porque nuestra vocación es trascendente y tiene final feliz, aunque que tenga que pasar por la estrechez de la muerte. Por eso, no vale la pena vivir sólo para el “mas acá”, esa es una mirada miope. Tenemos que pedir la gracia de la fe, que es una mirada de “microscopio”, porque ve los detalles que nuestros ojos con su sola capacidad no ven, y es una mirada de “telescopio” porque nos hace ver lejos, donde nuestra mirada natural no llega a ver. Buen domingo.





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