Hoy, 1 de agosto, dos tradiciones llegan a nuestras costumbres y esconden profundas raíces de fe popular. Caña con ruda para los males de la salud y la buena suerte, y la fiesta de la Pachamama. La primera una tradición guaraní, y la segunda una de la cultura incaica, transmitida a través del noroeste argentino.
“Julio los prepara y agosto se los lleva”, dice el refrán popular que alude a la rigurosidad de estos meses, de frío e inclemencias climáticas. Por suerte, la misma sabiduría ancestral ha proporcionado un remedio: tres tragos de caña con ruda, en ayunas, el 1 de agosto.
En todo el litoral y donde haya gente de tradición guaranítica, se cumple el rito de beber “caña con ruda”, el 1º de agosto de cada año. El preparado, para combatir lo supuestos males que podrían venir con este mes, se elabora días antes, y debe ingerirse como primer alimento del día. En la actualidad se ha “modernizado” en sus componentes. Del licor fabricado con chañar, algarroba, patay o tunas, se pasó a la caña (la más popular es la caña paraguaya) y el lugar de la “contrayerba” (mezcla de hierbas medicinales) ahora es ocupado por la ruda.
Según cronistas de la Conquista, en esta época del año se producían grandes lluvias, las que, agregando el frío estacional, provocaban enfermedades, algunas epidemiológicas. Muchas aldeas se diezmaban a causas de las pestes. Los nativos encontraron la forma de combatir los males. A través de sus chamanes elaboraron el remedio consistente en mezclar hierbas con licores, del cual debía beberse un trago al comenzar la estación de las lluvias.
El encuentro de culturas, generó la predominancia de la conquistadora que cambió los componentes, llegando a nuestros días tal como se la conoce.
Día de la Pachamama
El 1 de agosto, Día de la Pachamama, se impone agasajar con manjares a la Gran Madre Tierra y tomar una copita de caña con ruda para alejar los maleficios, tener buena suerte y salud.
Dueña de las cosechas y del ganado, rectora de las estaciones y proveedora de vida, el hombre no puede menos que reverenciarla una vez al año, tal como a ella le gusta, porque los enojos de la Pachamama son de temer: terremoto, sequía, inundación, helada, incendio, granizo, huracán, hambre, enfermedad y muerte.
En el norte andino, el ritual incluye cavar un hoyo donde se mete una olla de barro con comida, pan y dulces, espigas de choclo, una botella de chicha o aguardiente, tabaco y hojas de coca, para “carar” (alimentar) a la Pachamama, el que luego se cubre con piedras, hasta formar un montículo llamado “apacheta”.
La veneración a la diosa Tierra es quizás la más antigua de la región andina sudamericana, hasta el punto que algunos autores la consideran anterior al culto a Inti, dios Sol de los incas.