Obispo Monseñor Hugo Santiago





“HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA”


“Dar la vida por los pacientes”

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan (Jn 10, 11-18)

“Jesús dijo: ‘Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da la vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye, y el lobo las arrebata y las dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y Yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque Yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre”. Palabra del Señor.

Recordando a los héroes del Covid 19

Hoy la Iglesia celebra a Jesús buen pastor que da su vida por las ovejas. Sucede que ya no estamos en una cultura pastoril como la de su tiempo, casi no existe el oficio del pastor que cuida ovejas, por eso la imagen del Evangelio de hoy impacta poco en nosotros. En cambio, se me viene a la mente el contexto de pandemia y la imagen que nos podría ayudar a entender lo que Jesús nos quiere decir es la de la relación médico-paciente como se vivió en la última pandemia. Allí Jesús nos habría dicho: “Yo soy el buen médico. El buen médico da la vida por los pacientes”. En medio de la pandemia del Covid 19 escuché un reportaje a un médico jefe de terapia intensiva de un hospital importante de Buenos Aires y decía que en el 2020 trabajaba entre diez y doce horas diarias en una zona de alto riesgo como es la terapia intensiva; en meses no había podido ver a sus nietos ni a su madre para evitar que se contagien. En ese caso, vivió para contarlo, pero hay muchos médicos y médicas que, por ser fieles a su profesión hasta las últimas consecuencias, han muerto durante la pandemia; al ver venir al “lobo” del Covid 19 no han huido dejando desprotegidos a sus pacientes, no los abandonaron, es más, sanaron a muchos, los salvaron de la muerte y, en ese servicio se han contagiado y no han podido salvar su vida. Ha sido también el caso de muchas enfermeras y enfermeros que han acompañado a los pacientes internados en el día a día, han compartido su soledad, su lucha, su agonía. En ellos ha estado Dios, ha estado Cristo Resucitado, en ellos ha estado Jesús Buen Pastor que celebramos este domingo en la Iglesia Católica y que sigue dando la vida por sus ovejas. Importa poco que esos médicos y enfermeras hayan profesado o no la fe cristiana u otra religión, donde está lo noble de la humanidad está Cristo que dio su vida precisamente para que recuperemos la nobleza típica del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios.



Una luz para el presente

Estos médicos y médicas, enfermeros y enfermeras ¿no son un mensaje callado pero elocuente para el presente del mundo donde la guerra se está haciendo una pandemia que mata a niños y adultos inocentes en Israel, en Gaza en Ucrania en Haití? Con el grito silencioso de su compromiso hasta las últimas consecuencias ¿no son un mensaje para Argentina actual? ¿no nos están indicando el camino para cambiar esta cultura violenta y narcisista del “sálvese quien pueda”, o del “hacé la tuya”, con sus consecuencias de marginalidad, orfandad, soledad y violencia compensatoria que está viviendo en el marco de un ajuste tremendo que intenta superar una corrupción anquilosada? En esta tempestad que agita nuestra vida y parece hundir nuestra barca, estos trabajadores de la salud ¿no son la “brújula de Dios” que nos indican cómo salir de la tormenta de una sociedad corrompida donde todo parece arreglarse con la billetera? ¿No nos están indicando que estamos viviendo en la chatura cuando fuimos diseñados para volar? Los médicos y médicas, enfermeros y enfermeras que sirvieron con el riesgo de su vida o murieron en la última pandemia han volado alto mostrándonos de cuanta nobleza es capaz el ser humano iluminado por Dios. Después de la pandemia Dios quiera no los hayamos olvidado y nos acordemos de ellos mediante un acto conmemorativo, un homenaje expresado en una “placa recordatoria” que servirá tanto y cuanto nos mueva a hacer lo mismo. Varios de ellos serán proclamados “santos” por la Iglesia, con tal que no los consideremos “admirables no imitables”. Hoy Jesús cambiaría la parábola del Buen Pastor y nos diría: “Yo soy el buen médico o el buen enfermero y doy mi vida por los pacientes” o también. “Yo soy el buen ciudadano que tengo presente tantos rostros que en este ajuste económico se han quedado sin trabajo, no tienen el pan para sus hijos y no pueden hacer frente a la cobertura médica de una prepaga. Por eso, estos hermanos nuestros que se han jugado hasta dar la vida durante la pandemia son un mensaje elocuente de Dios, de Jesucristo resucitado, presente y actuante, aunque no lo hayan sabido, un indicador de cómo crear una nueva civilización teniendo como objetivo la dignidad de la persona. Buen domingo.

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