Interes General
12/03/2014 - 07:46:53



Plan pastoral para orar y hacer


Plan de Pastoral
Segundo mes: 12 de marzo a 12 de abril

EL INFORMANTE le ofrecerá una serie de diez publicaciones, proporcionado un modelo de evangelización y de espiritualidad. Extraídas de la obra del Padre Leandro Chitarroni, Explicitación teológica y posibilidad: el símbolo guadalupano y una pragmática para nuestras transmisiones salvadoras, presentaran orientaciones que pueden ser aptas, en el intento de colaborar a una sociedad más feliz.

El mencionado autor, acentuando en el Amor de Dios que nos salva, y la visita de Nuestra Madre de Guadalupe que nos anima, propone y sugiere oraciones, obras y criterios. Oraciones, obras y criterios a recrear, con la luz del Espíritu Santo que nos convierte, en la vida cotidiana, y en nuestros habituales trabajos o servicios comunitarios y personales.

De hecho, el material ya está siendo utilizado en otros lugares con singular éxito, para enriquecer caminos, actitudes y fines a concretar al compartir la fe. Si bien tienen una inspiración guadalupana, se pueden utilizar sin referencia explícita a la misma.

Camino pastoral: diálogo de salvación

Oración: suplicamos el método o capacidad que nos permita sacar siempre, desde las reservas inagotables de la gente, el alimento para nuestra misión; esforzándonos en reconocer los regalos de Dios en las comunidades, en la realidad en general y en nosotros mismos. Pedimos lo anterior, clave para crecer en semejanza con ese misterio que nos funda, buscando recibir y compartir la universal salvación, particularizándola en cada cultura y subcultura. Y, de esa manera, poder llegar o alcanzar a todas, y vivir la unidad, entendida como comunión de diversidades, y no como uniformidad.

Imploramos los dones de ciencia y entendimiento. Así, por el primero, y en busca del logro de lo enunciado, la habilidad para descubrir y contemplar la belleza más perfecta de las cosas de este mundo; para que viéndola, todo lo creado nos hable de Dios y nos lleve a Él, sin que endiosemos ni desechemos a nadie, ni a nada. Por el segundo, la luz de captar algo del sentido más profundo o sublime de la Palabra de Dios y de las verdades de la fe; para ser capaces de recuperar y renombrar, desde ese sentido, las riquezas de las memorias colectivas de nuestros pueblos, y de sus respuestas a las cuestiones fundamentales. De esta manera, desde su cultura, presentes en las situaciones de la gente, podremos aproximarnos a vivir y transmitir concretamente la Buena Noticia, siendo factores de hermandad.

Paso hacia paz de vida y plenitud

El Nican mopohua, luego de un breve resumen inicial de su contenido, comienza narrando un contexto de paz mortal para los aborígenes y, por la visita de Nuestra Señora de Guadalupe, culmina hablando de que la vida o movimiento de ellos sigue y continúa, unida ya a la de los europeos. Aún hoy, como en ese entonces, todos los habitantes de la ciudad van juntos al Tepeyac, a contemplar a la amada Reina del Cielo, a presentarle sus plegarias y a recibir al Salvador y sus regalos.

Que como San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, y todos los peregrinos, podamos dejarnos concebir, recibir y ser transmisores de esa Pascua que suscita Nuestra Señora de Guadalupe; para favorecer fehacientemente, con hechos y palabras, y en lo que dependa de nosotros, también el paso de realidades o signos de muerte, a realidades o signos de mayor vida y felicidad.

Superando, de esta forma, y haciendo llegar la redención a cada particularidad, abstracciones evasivas y pastorales mezquinas.

Obra de misericordia: consolar al que está triste y enterrar a los muertos. Todos, en algún momento, experimentamos la tristeza o padecemos dolores espirituales, a veces, incluso, por situaciones que sobredimensionamos.

Con una palabra, un gesto de cariño, una sonrisa, una explicación, dando lugar al desahogo, o con otras iniciativas análogas, podemos ciertamente colaborar al mayor bienestar de los demás. Todo lo que favorezca la reconciliación con la propia persona, cultura, historia, o circunstancia negativa; puede ser fuente de consuelo para los individuos y los pueblos.

Lo anterior vale especialmente ante la muerte de alguien y el dolor de las personas que la sufren. Casi siempre, además de ese padecimiento, quedan heridas en los vivos que hay que ayudar a sanar. Estar cerca y acompañarlos efectivamente, para que nuestro pésame no sea una palabra vacía, es la forma que tenemos de auxiliar. De esta manera, toda tristeza y dolor, aún las que puedan ser percibidas como una traición de Dios, podemos colaborar a transformarlas, al menos en parte, en fuente de bendiciones y vida abundante, ayudando a encontrarles o ponerle sentido.

Oración: encomendamos a los diversos pueblos y a sus tradiciones, alabando a Dios por todo lo bueno que ha sembrado en cada uno de ellos. Especialmente tenemos presente al que nos toca servir y sus creencias. También recordamos a nuestros queridos difuntos y pedimos por su eterno descanso, dando gracias por todos los bienes que nos han transmitido.

Suplicamos que todas las herencias propias y ajenas, las aprovechemos entonces para un crecimiento común, viviendo lúcidamente las constantes novedades históricas. Rogamos, de esta forma, la gracia de no cerrarnos a ninguna riqueza o peculiaridad humana, colaborando al despliegue de todas ellas. Siendo capaces así de compartir la redención y la virtud de la fe, desde el respeto por él y lo diferente, y el generoso compartir lo que cada uno es y posee, transitando hacia un futuro de mayor felicidad.

Pasos y acciones: animar a vivir lo que sea, ayudando a librarse de todo desaliento y temor paralizante, de toda muerte o sin sentido; dando a luz o fortaleciendo en la fe, y la tranquilidad y movimiento que ella suscita, incentivando y sosteniendo en la capacidad de recibirla y testimoniarla.

Cuidar y alimentar en el pueblo y en nosotros esta potencia sobrenatural, que a la vez nos haces ver, protagonizar y expresar la historia según la mirada y criterios de Dios. Y que puede, además, colaborar a reconciliarnos con lo mejor de nosotros mismos, con la sabiduría de nuestras identidades y memorias comunitarias y personales, para hacerlas florecer y abrirnos a las de los demás.

No separar el anuncio del Evangelio y el amor por el modo de ser de cada pueblo y de los seres humanos que los encarnan. Misionar, asumiendo dichas realidades colectivas o singulares, y sus ambientes, dejándonos conformar y transformar por las posibilidades comunicativas que ellos nos proporcionan.

Detectar, considerar y vincularnos afectivamente con lo que ubica, emocional y lingüísticamente, a nuestra gente. Esto nos permitirá, en la continuidad y desarrollo de lo previo, compartir efectivamente la novedad de la salvación en la actualidad; sin temor a renunciar a límites y pre-conceptos propios, que atentaran contra eso.

Considerar la valoración que tiene cada comunidad, de tiempos y lugares, para así estar y hablar con gestos entendibles, y decir el Evangelio de forma atrayente. Tendremos posibilidades de generar de esa forma, nos parece, una atmósfera que movilice a su escucha, y a un acercamiento gozoso a la casa materna o Iglesia; al utilizar, para mostrar a Jesús, los elementos y referencias concretas, que con familiaridad simbolizan o remiten a lo divino, en cada cultura y contexto.

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