Para hacer y rezar
Octavo mes: 12 de setiembre a 12 de octubre
EL INFORMANTE le ofrecerá una serie de diez publicaciones, proporcionado un modelo de evangelización y de espiritualidad. Extraídas de la obra del Padre Leandro Chitarroni, Guadalupe y Juan Diego entre nosotros, una posibilidad pastoral, presentaran orientaciones que pueden ser aptas, en el intento de colaborar a una sociedad más feliz.
El mencionado autor, acentuando en el Amor de Dios que nos salva, y la visita de Nuestra Madre de Guadalupe que nos anima, propone y sugiere oraciones, obras y criterios. Oraciones, obras y criterios a recrear, con la luz del Espíritu Santo que nos convierte, en la vida cotidiana, y en nuestros habituales trabajos o servicios comunitarios y personales.
De hecho, el material ya está siendo utilizado en otros lugares con singular éxito, para enriquecer caminos, actitudes y fines a concretar al compartir la fe. Si bien tienen una inspiración guadalupana, se pueden utilizar sin referencia explícita a la misma.
Objetivo cotidiano y fin pastoral: comunicación sacramental
Oración: Oración: pedimos la gracia de corresponder con nuestra entrega a la bondad de Dios, transmitiendo lo más posible a Él y lo que nos regala; para que su fuerza pueda transformar nuestra agua en el mejor vino de alegría y salvación. Imploramos al Espíritu Santo nos conforme como Pueblo y pueblos peregrinos, y nos haga encarnar lo anterior; fecundándonos en la línea de nuestras posibilidades, pero más allá de las mismas. Que bajo su orientación seamos protagonistas de un dinamismo vital que haga presente lo trascendente en nuestro trayecto histórico, animando a enriquecer y enriquecernos en interrelación. Que movidos por sus dones, colaboremos así a edificar el pueblo con generosidad, uniendo cielo y tierra, y a los diferentes; transitando con perseverancia caminos de encuentro masivo con el Señor y de mestizaje generalizado.
Suplicamos particularmente los dones de piedad, fortaleza y temor. El primero nos perfecciona en el amor fraterno, haciéndonos ver la imagen de Dios en cada persona; y, por lo tanto, su carácter sagrado, e inmensa dignidad y nobleza, que debemos servir y ayudar. El segundo, para ser capaces de renunciarnos a nosotros mismos y dar la vida por Cristo y los hermanos; soportando o enfrentando, generosamente y con constancia, situaciones que nos parecerían imposibles de sobrellevar. Y, finalmente, el santo temor de Dios, que radica en el amor, y en el amor halla su perfección, para reconocer que Él nos sobrepasa, es infinitamente más grande y nunca podemos abarcarlo completamente en su ser y designios. Así, su Amor y planes, que siempre nos superan y trascienden por todos lados y tiempos, nos ayudan a ser audaces y diligentes para encarnar el bien y evitar ofenderlo.
Tipo de iglesia y de su modo de servir
Las acciones que narra el Nican mopohua responden a dos modos de ser Iglesia y de evangelizar: uno, parte de una concepción del ser humano que separa a los pueblos y personas, hace complicada su interrelación y produce tristeza. El otro, el guadalupano, que se termina imponiendo y siendo el de todos los que se relacionan con Nuestra Madre: considera a las mujeres y a los hombres de un modo que favorece el encuentro de los protagonistas colectivos y singulares de la evangelización, por caminos de interacción en la corresponsabilidad y en el diálogo, y al servicio de una mayor felicidad histórica y eterna de los mismos.
Obras de misericordia: vestir al desnudo y redimir al cautivo. Sobre todo socorrer, aunque no sólo, para cubrir y desatar, con caridad y respeto, las intemperies y cadenas de nuestra frágil condición humana y pecadora; y sean cuales fueren, tanto sociales como individuales.
Obviamente, proteger y ayudar a liberar también de la desnudez y prisiones físicas, en sentido literal. En general, procurar que todos tengan lo necesario en este punto y no quitar a nadie la posibilidad de acceder a una vestidura digna, ni a ningún bien requerido por la dignidad humana. A veces hay injusticias y despojos, que impidiendo dicho acceso, mueven a protagonizar acciones que conducen a una vida tras las rejas. En todo caso, dado esto último, y aunque tal vez no podamos sacar a los presos de la cárcel, es posible intentar colaborar a su alivio y orientación.
Oración: Gracias, Madre, por continuar tu visita y mensaje salvador y liberador, al quedarte en la tilma o vestimenta de Juan Diego Cuauhtlatoatzin. Por tu don, el santo indio te sigue haciendo encontrar con todos, para que les des y muestres a tu Hijo. Te pedimos, ante la intemperie y prisión de la soledad inherente a nuestra existencia, que nos tengas como a dicho mensajero y a todo tu pueblo peregrino; es decir, bajo tu Amor, en tu luz y resguardo.
Encomendamos a alguna persona, familia, grupo, comunidad o institución (escuela, hospital, comercio, etc.), a la que luego podremos obsequiar algunas medallas o estampitas, y/o proponer entronizar alguna imagen, ya sea de la Virgen de Guadalupe, del santo vidente o de ambos.
Pasos y acciones: anunciar el Evangelio como Juan Diego, es decir, contando la historia de la Señora del Tepeyac, y siendo los pies de su Sagrada Imagen; que nos recibe, dignifica y desafía, al manifestar a su Hijo y conducirnos a Él.
Llevar y disfrutar siempre la presencia de Nuestra Madre; continuando y prolongando su visita y consecuencias, para generar diálogo y oración, y poder así asumir los modos de ser y las realidades de las mujeres y de los hombres.
Edificar de esa forma el Pueblo de Dios en todos los suelos culturales; convirtiéndonos de todo lo que pueda impedirnos acompañar a que se empapen de Cristo, tanto sus capas subterráneas como sus manifestaciones visibles. Que lo apreciado y amable, que aquello que mueva a gratitud en nuestro contexto, sea mediación para concretar dicha misión eclesial, colmando las nobles aspiraciones.
Con sumo respeto, saber relativizar y hacer pasar desapercibido, al menos inicialmente, todo lo que pueda herir la sensibilidad de pueblos y personas, y no sea esencial a propiciar su encuentro con el Amor de Dios.
No imponer nuestro modo de expresar o celebrar a Jesucristo y su obra salvadora; por el contrario, compartir su Persona y designio, abiertos y dando lugar a que cada interlocutor lo reciba y recree según el suyo.
Que efectivamente seamos familia y colaboradores de Jesús, comunicándolo con una palabra abierta a los sentidos de los oyentes; que aproveche y haga florecer los aciertos de la específica entraña religiosa de sus tradiciones. Formulando un mensaje humanizador y sacramental, que integrando imagen y concepto, intuición y razón, consuelo y desafío, movilice edificar la comunión y mestizaje entre diversos.
Que hagamos todo lo anterior sin descuidar a ningún pueblo o individuo, pero desde el rostro y lugar de los más desamparados. Siendo Madre universal, sin rechazar a nadie, pero cuidando especialmente y con más pronta solicitud, como lo hace cualquier buena mamá, a los hijos que la están pasando peor.