Por Nicolás Pastocchi
Presentado por Autotransporte de pasajeros San Sebastián
La historia de Lionel Messi con la selección Argentina ha tenido mucho de aquello. Y la coronación no podía dejar de ser ajena a todos esos capítulos de la historia. Salir adelante a pesar de todo, levantarte aunque te caigas mil veces, un mensaje que este equipo de fútbol comandado desde adentro por ser de otro planeta, ejemplifica a cada paso.
La redención de la Copa América había quitado la presión, pero había más. Y si bien el paso inicial en Qatar fue esquivo, ese enano con la 10 en la espalda se hizo guía con su zurda para enterrar fantasmas en el partido con México y dar lugar a la aparición de La Sinfonía de los Leoneles. Desde la sapiencia de Scaloni y un cuerpo técnico sublime para dirigir desde afuera a un equipo que brilló con Messi siendo el protagonista principal, si. Pero secundado por compañeros brillantes.
Argentina derrotó desde el resultado casi todo lo que tuvo enfrente, pero a todos, de México en adelante los aplastó tácticamente. La Scaloneta sorprendía partido tras partido, la Sinfonía de los Leoneles sonaba invitando a bailar cada rival, incluso a Croacia el subcampeón del mundo. También a la poderosa y vigente campeona Francia.
La Sinfonía sonó de forma perfecta en la final durante setenta y pico de minutos, sometiendo a un equipo plagado de estrellas, pero al que no pudo terminar de noquear. Y la mejor de esas estrellas obligó, una vez más, a la aparición de ella. La resiliencia. Golpeada y cansada, pero Argentina fue y siguió haciendo lo que sabe, jugar al fútbol. Nuevamente arriba, un nuevo golpazo, el pie salvador de un Dibu estelar y casi ganarlo en el final.
Los penales también fueron parte de la Sinfonía, que tuvo ejecución perfecta desde los lanzadores hasta el arquero y le dieron justicia a un partido que debió definirse antes. Con puntos altísimos desde lo individual que llevaron a Argentina tener un nivel colectivo que fue el mejor del mundial.
El fútbol, desde el domingo 18 de diciembre es un lugar un poco más justo. Lionel Messi levantó disfrutando como un nene la Copa que tantas veces le fue esquiva. Tanto la deseaba que la besó y la acarició antes de que se la entreguen. Y la trajo para nuestra tierra, como Diego en el 86, como para que ya quede obsoleta esa estúpida comparación.
Los dos son nuestros, los dos cumplieron su sueño de ser campeones del mundo para pintar todo de celeste y blanco, mostrándole al mundo que nuestra pasión por el fútbol no tiene grietas. Incluso los que peor la pasan y que gracias a semejante felicidad se olvidan un rato de sus problemas. Los festejos incluyeron a todos, sin grietas.
Y por ello, al gran pueblo argentino, Salud!
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