Por Obispo Monseñor Hugo Santiago
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (Mc 13,24-32)
“Jesús dijo a sus discípulos: En aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre”. Palabra del Señor.
Los signos
Jesús habla del fin del mundo, pone algunos signos que lo anunciarán y en ese contexto afirma que vendrá glorioso. Finalmente, afirma que nadie sabe el día ni la hora en que ocurrirán estas cosas como un presagio del fin. En cuanto a los signos, nos invita a mirar a la planta de higos, cuyas ramas flexibles y el brote de las hojas nos anuncian que llega el verano, análogamente, como signos del fin del mundo, dice: “el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán”. Se trata de un modo de decir, de un género literario llamado en la Biblia, “apocalíptico”. No significa necesariamente que las cosas ocurrirán tal cual, se trata de un lenguaje simbólico que contiene una verdad: habrá un final y signos de que ese final se aproxima. En realidad, lo más probable es que ninguno de los que vivimos actualmente veamos el fin del mundo. Alguna Iglesia no católica le ha puesto fechas en varias oportunidades, tal vez para asustar a la gente y captar adeptos, pero siempre le ha errado. La realidad es como Jesús la describe: “nadie sabe el día ni la hora sino el Padre del cielo.
No es difícil leer los signos de un final para cada uno de nosotros: uno muy constatable es que vemos que la gente se muere y esto ocurre en cualquier edad; por lo tanto, es fácil concluir que nosotros algún día moriremos, ese será el fin del mundo para cada uno, al menos el final de la vida en este mundo. Otro signo que anuncia el final es la vejez; ser “adulto mayor” es un signo de que el final se aproxima o al menos parece estar más cerca que antes. Todo esto nos plantea interrogantes de sentido: ¿qué sentido tiene vivir, trabajar, esmerarse para conseguir metas si al final moriremos?
El final
La venida de Jesús resucitado al final de los tiempos nos hace vislumbrar un final feliz de nuestra vida, más allá de todos los momentos tristes, los fracasos y los sufrimientos que tengamos que pasar, y ese hecho da sentido a todo nuestro compromiso por el bien, a todas nuestras luchas, entrenamientos, capacitaciones, y sobre todo al amor, que significa relación, afecto, amigos, hijos, padres, seres queridos que nos llenan el alma. Si el amor muere es una cosa más entre tantas, en cambio, si la relación de amor, de afecto, de amistad, no muere, es el centro de nuestra vida y lo será al final. Por eso la fe en Cristo, que dice que vendrá al final de los tiempos a reunirnos, genera esperanza y da sentido a la relación afectiva con todos los seres que amamos y al compromiso de crear y recrear vínculos porque, según la fe, nuestra historia y la de nuestros seres queridos no termina, sólo tendrá otro formato, otra modalidad y, después de purificar nuestros pecados, será vida en abundancia, celebrada por todos los reunidos por Dios, que es Padre de familia. Que Dios te bendiga, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Buen domingo.