A pesar de que los berrinches son un evento común durante el crecimiento, pueden generar preocupación, frustración, enojo, impotencia y hasta vergüenza en los padres, especialmente si son muy frecuentes o si no saben cómo manejar la situación.
Hay que saber identificarlos, y manejarlos.
Los chicos de entre 1 y 3 años aprenden a manejar situaciones emocionales nuevas, como tolerar límites o compartir juguetes. En esta etapa se encuentran explorando con mucha curiosidad el mundo que los rodea, queriendo ganar independencia de sus padres y control sobre las situaciones a las que se enfrentan. Cuando las cosas no resultan del modo que esperan, pueden aparecer los berrinches.
Son una manera de descargar un estado emocional sobrecargado, y pueden ocurrir cuando no comprenden lo que el adulto les está diciendo o cuando sientes que lo que tratan de expresar no es comprendido; cuando no pueden resolver un problema; cuando desean hacer o tener algo o imitar a un hermano o amiguito y no lo logran; cuando están con sueño, hambre o frustrados por algo; y cuando hay situaciones de estrés en la casa o en la familia que alteran el ánimo de todos.
Ocurren más frecuentemente enfrente de los padres, ya que funcionan como un testeo de los límites y reglas de la familia y las reacciones ante el pataleo.
Aunque no se pueden evitar totalmente, los berrinches pueden ser menos frecuentes con algunas pautas: poner límites razonables y explicarles por qué los ponemos; mantener una rutina en las actividades de la casa; estimular a que se exprese con palabras o ayudarlos a contar por qué están enojados o frustrados; evitar situaciones que favorecen los berrinches, por ejemplo no darles juguetes pensados para niños de más edad. Si va a haber una espera larga, llevar libros o chiches que los distraigan o comida por si tienen hambre; y cuidar que tengan el descanso o siesta que necesitan.
Más consejos: no decir "no" a todo lo que piden y ser en exceso estrictos, para evitarles frustraciones permanentes, a menos que esa situación ponga en riesgo su salud; ubicarnos en el plano de padre o madre y no de pares y evitar que tomen decisiones con preguntas como: "¿Querés ir a comer?", "Querés que te de un baño?", en vez darles opciones: "Es la hora de la comida. ¿Te llevo a upa o vamos de la mano?" o "Es la hora del baño, ¿usamos la esponja del patito o la del auto?".
Recordemos que los niños copian muchas de las conductas de los padres. Por lo tanto, si evitás discusiones o comportamientos irascibles y das un buen ejemplo, ayudarás a tus hijos a no reaccionar de esta manera.
Para esto, ambos padres deben estar de acuerdo en la educación y ser consistentes en la crianza y puesta de límites.
Distraer su atención, llevarlo a otro lugar, darle un juguete que conozca, hacerle un chiste o cosquillas, hacerle un comentario sobre otra cosa o iniciar alguna actividad que lo divierta. No reaccionar a los gritos o violentamente, ya que ceden más rápido si los padres simulan ignorarlos o lo consuelan abrazándolos o dándoles la mano. La excepción es si el chico golpea a terceros, se expone a un riesgo físico o el berrinche dura más de lo habitual. Celebrá y premiá cuando tu hijo no hace berrinche o se neutraliza rápidamente. Pero si no se calma, llevalo a su cuarto para que pueda hacerlo y explicale que apenas se sienta mejor puede salir de la "penitencia".