La segunda jornada del Festival Ternium de Cine Latinoamericano fue dedicada a las producciones locales. Con “Gritos del Yaguarón” y “El aire y la nostalgia”, se fueron jalonando perlas de la cultura contemporánea e histórica de la ciudad.
Con la presentación del adelanto de “Gritos del Yaguarón” se asoma el espectador a una muestra casi calidoscópica del arte nativo, con eje en la leyenda del Yaguarón, y una opinión de la cultura local.
Rodada en puestas características de San Nicolás y con artistas locales, se cuida la estética y cada uno de los autores de los capítulos de la obra se vale de estos recursos para ir mostrando distintas expresiones del arte.
Se arma el rompecabezas con música original, testimonios y una cuidada edición que anunció su director, Marcelo Echániz, como “un proyecto cultural y turístico”, que puede llegar a terminar siendo una carta de presentación de los nicoleños.
Se podrá debatir luego si nos vemos representados, o nos dejamos sorprender descubriendo parte del gran bagaje de talentosos creadores y singulares intérpretes.
Cuando la obra, compuesta por capítulos cortos, esté terminada, podrá sopesarse si resulta tan abarcativa como veraz de lo que producimos artísticamente en la ciudad.
La segunda película en un Teatro Municipal colmado, con excelente sonido y proyección, tuvo su adelanto en al anterior edición del Festival. “El aire y la nostalgia”, sobre la vida de César Bustos, ya cosechó aplausos durante su avance y estreno. Ha sido reconocida en el exterior con varios premios.
Su director, Sebastián Tambutto, recala en la vida del fotógrafo, escritor y pintor, no necesariamente en ese orden, contándola en tercera persona con admiradores de su obra. Artistas plásticos, escritores, actores y periodistas, repasan el legado de Bustos y pueden, en algunos casos, contarlo desde la intimidad de su trato personal.
El docu-drama contagia el ritmo que tuvo la vida del artista. Alcanza a darle la mirada “nubosa”, “metafísica” y “nostálgica” que el espectador va contrayendo de las palabras de los entrevistados. Acompaña el caminar cansino y disfruta de cada postal junto a la recreación con detalles visuales difusos y a la vez bien contrastados.
Si el film es un homenaje a un artista nicoleño, reconocido en Latinoamérica por sus sonetos, en el país por sus pinturas y en la casa de muchos por plasmar en la fotografía a nuestros seres queridos, es suficiente. Si quiere ser una herramienta para acercarse a su obra, alcanza.
Otra vez será el espectador quien le ponga la valoración correspondiente.
Ambos productos, comunes en escenarios y personajes, son tan distintos, que plantean un desafío para próximos realizadores. Porque se podrán hacer otros homenajes y repasar otras obras, tal vez de algunos de los que hoy colaboraron en las dos películas. Y por suerte con otras perspectivas.
Y esto es porque hay mucha cultura nicoleña.