Por las calles se escucha a los lejos el silbido del “chifle del afilador”. Siempre asocié el canto de la “siringa” con las travesuras y la amenaza de “la Volanta”, que salía a la hora que más calienta el sol a llevarse los chicos que no dormían la siesta.
Julio Moreyra acusa 60 años, nacido en Mar del Plata y laburante de toda la vida. Venido a Rosario se hizo pastelero por herencia de sangre, y afilador por el gusto de andar. De su prole ninguno le tomó el gusto al oficio, y se dedicaron a atender la panadería familiar. Dice que va a ser el último año que viene en el Tirsa a trabajar a San Nicolás. Ni se acuerda cuánto hace que tiene esas piedras, aunque sí que esta es su tercera bicicleta.
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