El pasado 2 de junio, la comunidad del Santuario María del Rosario de San Nicolás vivió un momento de particular emoción. Quien fuera durante más de 3 décadas su Rector, el Pbro. Monseñor Carlos A. Pérez celebró sus 60 años como sacerdote.
Mons. Pérez nació en la ciudad de Pergamino el 13 de agosto de 1938 e ingresó al Seminario de La Plata en 1951 a la edad de 13 años donde inició y concluyó los estudios preparatorios para recibir el Orden Sagrado y el 2 de junio de 1963 el entonces obispo de San Nicolás Francisco Vénnera en la ciudad que lo había visto nacer.
La trayectoria de Mons. Carlos Pérez es difícil de resumir en pocas líneas, dado también la multiplicidad de facetas que ha desarrollado a lo largo de su extensa labor pastoral, pero donde podemos señalar que ha sido Párroco fundador de la Parroquia Nuestra de Luján, en Pergamino, donde se encontraba cuando en 1974 Mons. Carlos Horacio Ponce de León lo convoca para hacerse cargo de la Catedral, en donde se desempeñó por 14 años. Durante ese tiempo genera un fuerte vínculo de amistad y cercanía con Ponce de León, quien lo designa también al frente de una de las instituciones que conformen tal vez el legado social más importante del Obispo fallecido trágicamente: la Escuela Diocesana de Servicio Social, entidad pensada por Ponce de León para profesionalizar el trabajo social que muchos llevaban adelante, entidad pionera y que continúa siendo de referencia en el ámbito de la educación de San Nicolás y la región. Mons. Carlos Pérez tuvo siempre un carácter en extremo decidido, que incluso en los años oscuros de la dictadura lo llevaron a frecuentes enfrentamientos con quien fuera el hombre fuerte de la dictadura en San Nicolás, el ex coronel Manuel Saint Amant, a quien llegó incluso a desafiar al negarle expresamente la utilización del templo catedralicio para la confirmación de 200 soldados y la presencia del entonces vicario castrense Mons. Tórtolo porque para Pérez “su figura era mal vista por el clero diocesano”, según recuerda el periodista de izquierda Horacio Verbitsky.
Así que en esa labor de párroco de la Catedral de esta diócesis se encontraba cuando un día de septiembre de 1983 se le presenta una mujer de la ciudad para comentarle que un hecho extraordinario estaba ocurriéndole, estaba teniendo visiones de la Santa Madre de Dios, y allí comienza a gestarse lo que fue sin dudas uno de los hechos más trascendentales de la Fe popular de los argentinos (y uno de los desafíos más grandes también para la Iglesia Católica): el Acontecimiento Mariano de San Nicolás. El obispo diocesano vuelve a confiar al padre Pérez la dirección espiritual de la vidente, Gladys Quiroga de Motta, y éste asume el que quizás haya sido el desafío más grande de su labor pastoral: la atención de los millones de peregrinos que comenzaron a visitar la ciudad motivados por la presencia de María. Pero no se trataba sólo de una atención espiritual (aunque esta se encontraba en el centro de la actividad), sino que también se requería cumplir con un pedido expreso de la Virgen: la construcción de un Santuario. Para lo cual, monseñor Domingo Salvador Castagna vuelve a confiar en el criterio del padre Carlos y lo pone al frente de dicha empresa, erigir el que sería uno de los templos más grandes y más visitados del país: el Santuario de María del Rosario de San Nicolás.
Como primer rector del Santuario estuvo monseñor Pérez hasta que en el año 2016, dando cumplimiento a la normativa de la Iglesia que así lo exige, debió presentar su renuncia al cargo por cuestiones de edad. Desde entonces continúa como capellán en ese lugar, atendiendo pastoralmente y escribiendo, otra de sus facetas. Mons. Pérez quizás sea uno de los autores más prolíficos de nuestra ciudad, con más de 70 libros, en prosa y en poesía desde donde se tratan temas tanto de historia como de espiritualidad, entre los que podemos destacar: “Soy tu Madre”, “Soy el Camino”, “Sembrando la Palabra”, “Cantares del Cura Brochero”, “La violeta del Huerto” (éste último referido a la historia de su tía, la beata María Crescencia Pérez), “La Consagración a María y la Nueva Alianza”, entre otros.
Así, continúa trabajando, de manera silenciosa pero fructífera, después de 60 años de labor pastoral, realizando las palabras de la Escritura que aquel joven escogió como lema de ordenación el 2 de junio de 1963: “No he venido a ser servido, sino a servir” Mt. 20, 28.