Interes General
03/03/2024 - 08:20:51



He venido para que tengan vida: “Casa de oración”


Por Obispo Monseñor Hugo Santiago

Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (Mc 2,13-25)

“Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: ‘Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio’. Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: ‘El celo por tu Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: ‘¿Qué signo nos das para obrar así?’ Jesús les respondió: ‘Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar’. Los judíos le dijeron: ‘Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?’ Pero Él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie; Él sabía lo que hay en el interior del hombre. Palabra del Señor.

El Templo: lugar de la presencia de Dios

Que los templos son lugar de oración y que allí hay una presencia especial de Dios no hay ninguna duda, es la experiencia que tienen muchas personas movidas por la fe, que, en momentos de angustia causados por una enfermedad, la pérdida de un trabajo, la rotura de vínculos, o para dar gracias por un favor de Dios, vieron un templo abierto, entraron a orar un rato y salieron con la sensación de que Dios, como un Padre bueno, los había escuchado y les había regalado su paz. Los desafíos seguían estando, pero el modo de hacerles frente había cambiado. Es que el templo tiene una presencia especial de Dios por al menos dos razones: es casa de Dios y en el Sagrario está presente Jesús con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, por eso siempre hay una luz en los Sagrarios; el sentido es recordar que allí está Jesús presente. Por eso en las Iglesias hay un clima de silencio o de música religiosa suave que invita al sosiego y al encuentro con Dios. En algunos templos está la capilla de adoración permanente, con personas que día y noche, sin interrupción, adoran a Dios y rezan por sus intenciones y las del mundo entero, estas Capillas son una bendición en medio de la ciudad.

El Templo de nuestro cuerpo

También a nuestro cuerpo Jesús le llama “templo”, porque desde el bautismo, en lo profundo de nuestro ser habita Dios, y por eso cualquier persona consciente de esa presencia, puede rezar mientras está trabajando, en su casa o en cualquier lado; Dios, en una alianza de amor, se une a nuestro espíritu como compañero de camino, como amigo, para sugerirnos la práctica de todo lo bueno. Ejemplificando; este domingo en la primera lectura que nos habla de los diez mandamientos: “amarás a Dios con todo tu corazón y al prójimo como a ti mismo”, “santificarás las fiestas”, “no robes”, “no mates”, “sé solidario”, “visita al enfermo”, “consuela al que está solo”, “ayuda al más carenciado”, Dios nos propone su proyecto para que lo vivamos como camino, verdad y vida.

Templo destruido y reconstruido

En el Evangelio de hoy, Jesús también hace alusión al templo de su cuerpo que será “destruido” en su muerte en cruz, pero “reconstruido” en tres días por el Padre que lo resucitará. Para nuestra fe la obra de Dios creador termina en la resurrección. Esa es nuestra esperanza. Los cinerarios presentes hoy en capillas y templos son un testimonio silencioso pero elocuente de que nuestro cuerpo puede hacerse “cenizas” en la muerte, pero nuestro espíritu que está unido a Dios, es una realidad espiritual que no puede destruirse, nuestra persona con su historia es como la “caja negra” de los aviones siniestrados, permanece y guarda todo hasta el final, por eso es importante sembrar, hacer historia de la mano de Dios que cuida del templo de nuestra persona y al final, más allá de cosechar o no nuestra siembra y más allá del “siniestro” de nuestro cuerpo, en la “caja negra” de nuestra alma quedará todo y Dios nos mostrará el resultado de nuestra servicio. Esa es nuestra esperanza apoyados en el paso de Jesús de la muerte a la vida. Feliz domingo.

Volver