Por Obispo Monseñor Hugo Santiago
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (Mc 26-34)
“Jesús decía a sus discípulos: ‘El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha’. También decía: ‘¿Qué parábola nos servirá para representarlo?
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra’. Y con muchas parábolas como éstas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo.” Palabra del Señor
Un momento de crisis
Dicen los estudiosos de la Biblia que Jesús pronuncia la parábola de la semilla que crece por sí sola y la parábola del grano de mostaza, que es la más pequeña de las semillas, pero da origen a una planta que crece y se hace el más grande de los arbustos, en un momento de crisis de los apóstoles a los cuales Jesús los había enviado a predicar y no tienen mucho éxito.
Entonces le preguntan: “¿por qué si la Palabra de Dios es tal, no hace que todos crean al escucharla? ¿Por qué si Dios quiere que todos se salven, seguimos siendo un grupo pequeño de creyentes en comparación con la cantidad de gente que vive en una ciudad? Entonces, Jesús les dice a sus discípulos que transmitir la Palabra de Dios es como sembrar, ustedes siembren y olvídense porque la semilla, una vez puesta en la tierra, crece por sí sola y da fruto. Con la parábola del grano de mostaza les está diciendo que el Reino de Dios tiene comienzos humildes, pero crece sin que sepamos cómo y llega a ser multitudinario.
La siembra y la esperanza
Cuando un padre y una madre tienen un hijo y van sembrando en él lo mejor de sí, lo que hacen es poner palabras y gestos sencillos, cotidianos que parecen no tener mucha trascendencia ni efecto inmediato; sin embargo, esos gestos de amor y de cuidado van marcando la personalidad del hijo y florecerán libremente en la juventud o en la madurez, dando origen, muchas veces a “personas grandes y valiosas” que tienen una gran trascendencia social.
Seguramente los padres de Nelson Mandela, cuando era niño, sembraron en él la importancia de la no violencia para conseguir los objetivos de la vida, esa siembra dio como resultado una gran personalidad que, de manera pacífica pero firme, terminó liberando una nación entera de la discriminación social. Sus padres no se imaginaron que lo sembrado en ese niño daría tales resultados, simplemente sembraron con la esperanza de engendrar una buena persona, lo que resultó fue una gran persona.
Por eso, hay que sembrar con esperanza, con la certeza que toda semilla buena, aunque se siembra en el silencio y la intrascendencia, aunque la persona en la que se sembró pase por crisis y pareciera que lo sembrado no dio frutos, tarde o temprano, lo bueno florece, por eso hay que sembrar con esperanza cierta del resultado positivo. Buen Domingo.