Por Obispo Monseñor Hugo Santiago
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos (Mc 6, 30-34)
“Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: ‘Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco’. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato” Palabra del Señor.
Dice el Evangelio: “Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”. El amor y la compasión llevaron a Jesús a apacentar y contener a la multitud; por eso lo consideraron grande y lo siguieron casi sin dejarlo descansar.
Abandonar
La cultura es el estilo de vida de un pueblo y es notable como ha cambiado en unos cincuenta años. Hoy se valora la realización personal, la propia felicidad mucho más que hace medio siglo y eso, obviamente, está bien. Lo cuestionable o lo que genera interrogantes es el camino que va tomando la humanidad en búsqueda de la propia felicidad, porque, aparentemente, lo hace desde el narcisismo o el individualismo y desde una caída notable del interés por los demás o por el bien común; diríamos que por diversas experiencias vamos perdiendo el amor social, es más, hay una cultura del “descarte” del que no es considerado útil o productivo.
La familia constituida por el amor y la estabilidad es de capital importancia para contener, y son precisamente esos dos condimentos –amor y estabilidad- los que tienen una enorme importancia en la formación de hijos sanos, alegres, comunicativos, generosos, solidarios, de hombres con valores que serán decisivos para la sociedad que está por venir; en síntesis, la familia que contiene y forma genera personas con capacidad de contener en vez de descartar, personas con valores y capacidad de amor social.
Hace cincuenta años ser padre o madre y hacerse cargo de los hijos casi exclusivamente, era sin dudas lo más importante; hoy la realización de papá y mamá a través de la propia profesión y la autonomía en la administración del dinero son muy valorados y no está mal, pero es indudable que generan un desafío: no abandonar a los hijos, darles tiempo y amor, contenerlos para generar en ellos capacidad de contención. El doble empleo genera más cansancio y tensiones entre los esposos, entonces los vínculos se resienten y la estabilidad se pone en peligro; la consecuencia es que la disolución familiar y el abandono de los hijos, crece estadísticamente. Realizarse, ser felices a través del amor de pareja y de los hijos está fracasando a menudo, generando frustración, tristeza y abandono. Aunque la vida sigue y todos tenemos derecho a una nueva oportunidad, duelen las consecuencias por las heridas que van quedando.
Contener
Tal vez la causa de muchos fracasos no está en el modo nuevo en que se organizan hoy las personas, el matrimonio, la familia y la sociedad, sino en el punto de apoyo de la propia realización y felicidad. Jesús acertó al decir que “el grano de trigo que no cae en tierra y muere queda solo”. Es indudable que dedicarse al cuidado de uno mismo tiene su atractivo pero el olvido de los demás nos deja solos. Jesús vivió una cultura pastoril y nos dijo que Él era el Buen Pastor; traducida a nuestra cultura la expresión significa: “el que se hizo cargo con amor y responsabilidad de aquellos que Dios le confió”. Jesús testimonió que felicidad personal y bien común van de la mano porque fue feliz entregándose por nuestro bien. Nuestro valor y grandeza, también nuestra alegría, serán directamente proporcionales a nuestra entrega e interés por los demás; por hacer feliz a los demás: esposa, esposo, hijos, alumnos, ciudadanos, huérfanos, ancianos, marginados, seré feliz, grande y noble como persona. La entrega me realiza y el narcisismo me achica; la entrega recrea los vínculos y el egoísmo los destruye; el amor alimenta y la indiferencia hace raquíticos a los demás. Es verdad que entregarse y arriesgar la reciprocidad es un desafío, pero es el camino y vale la pena recorrerlo; si te entregaste y consentiste que el retorno sea menor o asimétrico a tu entrega, es que tu valor es muy grande, sos alguien que contiene y desde el amor forma personas sanas. Sin duda, sos unos de los más decisivos constructores, no sólo de tu familia, sino de la sociedad toda. Buen domingo.