Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Lucas (Lc 24,1-12)
“El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado. Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes. Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: ‘¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que Él les decía cuando aún estaba en Galilea: ‘Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día’. Y las mujeres recordaron sus palabras. Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana y María la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles, pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron. Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por lo que había sucedido”. Palabra del Señor.
¿Qué significa “Resucitado”?
Que Jesús está resucitado significa que vive en una dimensión distinta a la nuestra, que podemos comunicarnos con Él a través de la fe y la oración y que hay signos de su presencia misericordiosa y providente en nuestra vida. Significa también que los que vivieron santamente y murieron, viven con Él y nos pueden dar signos de ello, son los santos. Todo esto celebramos los cristianos al festejar la Pascua.
¿Qué nos indica que sea razonable creer?
Hay por los menos tres tipos de signos de que Cristo vive resucitado: la cantidad de cristianos, la calidad de la entrega y los milagros. La cantidad de cristianos había sido profetizada por Jesús cuando predicó que el cristianismo sería como un grano de mostaza: es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece se hace el arbusto más grande. Que el origen del cristianismo es insignificante, es claro; Jesús, y los doce apóstoles, gente sencilla en un pequeño lugar del mundo. Han pasado más de dos milenios y la Santa Sede contabiliza hoy mil cuatrocientos millones de bautizados en todo el mundo. Lo afirmado por Jesús, se va cumpliendo.
El segundo signo es la “calidad” de la entrega. En dos mil años, muchos han vivido el seguimiento de Cristo llevándolo al extremo de entregar la vida por Él. “De dioses y hombres”, es una película que desarrolla un hecho real; el martirio de un grupo de monjes benedictinos que no quisieron irse de Argelia, no obstante el peligro de que los martirizasen los Talibanes. Eran muy queridos porque además de rezar, ayudaban muchísimo a una población mayoritariamente carente de todo, incluso ejercían la enseñanza escolar a niños y adultos. Como era previsible que suceda, los Talibanes los tomaron prisioneros y los mataron a todos, sencillamente por ser cristianos católicos. Esto ocurrió hace pocos años. ¿Quién va a dar la vida por un muerto? El martirio es la prueba más sensible de que el Espíritu de Jesús Resucitado anima a sus testigos a imitarlo hasta dar la vida.
Otro signo de que la resurrección de Jesús incluye también nuestra vida más allá de la muerte, son los milagros que se necesitan para canonizar a un cristiano, es decir, proclamarlo santo. Recuerdo que para beatificar a san Juan Pablo II, que en vida tenía la enfermedad de Parkinson, una monja francesa con la misma enfermedad, le pidió el milagro de su curación y el milagro se dio. Una maravilla de delicadeza: un santo con Parkinson curó a un ser humano con la misma enfermedad. Sus médicos no supieron explicar científicamente lo ocurrido. El testimonio de este hecho se puede encontrar en las redes como “Milagros de san Juan Pablo II”. Aunque creer sea un regalo, la lógica es sencilla: Si se pide un milagro a un santo en particular y el milagro ocurre, es signo de que está vivo. Por eso el cristianismo bien vivido es esperanzador y alegre; porque el camino tendrá muchos obstáculos, pero el final, según nuestra fe, es feliz y hay muchos signos que nos indican que es razonable creer que las cosas, efectivamente sean así. Esto celebramos en Pascua. Buen domingo.